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genes fértiles del Pilcomayo y extendidos por

los bosques y selvas que median entre este

río y e.l Bermejo, eran también el azote

y

cas–

tigo de sus vecinos: muy malo enemigo, pero

era más terrible cuando se declaraba amigo,

porque sus instintos de pillaje y barbarie

no los olvidaba. Hubo un fuerte intento de

alevosía premeditada en

1862,

pero se contu–

vo y se achacó a -los noctenes y tob<ls por re–

ducir, que merodeaban por los bosques. E1

P. Prefecto ofició a le1 superio ridad

civil,

acu–

sando el caso,

y

acordaron construir el fortín

de Bella Esperanza o Puerto Magariños, obra

que empezó el P. Oiannelli en

1863

y en

1866

estaba edificado en mejor sitio en S. Antonio

de la Peña. Elegido Guardián de Tarija el

P. Oiannelli en

1870,

le sustituyó el P. Vicen–

te Marcelletti, quien · recogió mucho fruto de

paciencia, pero poco de almas. En

1879

se

abandonó S. Francisco de los Tobas

y

con ello

se frustró de momento todo conato de con–

quista posible de tobas,

tapiete~

y chorotis que

poblaban aquel

.irreductible territorio; sin

embargo hasta el prim·er decenio del presen–

te siglo nan seguido trabajando, aunque con

escaso resultado, nuestros misioneros.

Mercado de tobas y chiriguanos, donde se

traspasaban los ganado'1 y robos de los blan–

cos y misiones, era

Macharetí

en

1854,

un

punto central de congregación indígena, que

tenía asustado en todo el contorno al poco

persenal pacífico que por allí vivía. Los sol –

dados del forlín de Villarrodrigo juntamente

con los taraireños, enterados de su ilícito co–

mercio y de sus ruidosas ferias, los atacaron

improvisame .nte con tal fuerza que en muchos

afios desaparecieron aterrorizados los ma–

chareteños, huyendo a Ouacaya, Cuevo,

lvo

y

Parapetí; muy pocas familias machareteñas,

siguieron al P. Conversor a Tarairí. Sucedió

el hecha anterior el

25

abril

1855,

y como los

thiriguanos de Macharetí se consideraban

huéspedes fuera del territorio-de origen, tra–

taron los mejores cabecillas con el P Cnnver–

sor de Tarairí para fundar una misión en Ma–

charetí; autorizados por el

P.

Prefecto, ellos

mismos com·enz.aron la obra en

1861,

que se

suspendió por el rencor de algunos feroces

paisanos, pero se pudo inaugurar la Misión

LAS MISIONES FRANCISCANAS

el año

1869.

Los pri111eros días fueron acia_

gos

y

peligrosos: tobas y chiriguanos, viendo

destruído e interrumpido su poderío

y

ban–

didaje, trataron de incendiar

y

saquear la Mi–

sión,

y

en vista de la tenaz y heroica defensa

de los compañeros del P. Conversor y de la

r

impotencia de su fuerza bruta, declararon que

no perseguían otro obje o que arrojar a los

Padres cie la Misión, a lo que contestaron con

bravura los neófitos:

Mientras no muera el úl–

timo de nosotros, los Padres no saldrán de

aqui.

Y

comenzó el combate encarnizado y

1

rencoroso que cesó a la media hora, por ha-

ber herido gravemente al principal cabecilla

de los enemigos. Los tobas

y

chiriguanos se

dieron a la fuga desesperados al ver la resis–

tencia de los de la Misión, y ésta gozó de

unos días tranquilos

y

alegres, que se festeja–

ron cristianamente con la llegada de laPa–

trona de la Misión, Ntra. Sra. de las Angus–

tias, hermosa estatua traída en hombros de

los neófitos desde Tat ija. Los Padres Marino

Mariani

y

Marcelletti fueron

los primeros

Conversores y los que e

11

e

1

otoño de

1874 _

trasladaron la Misiór} a un altiplano. a media

legua del primer sitio, por ser más seguro y

espacwso.

A tres leguas

al

SO. de Macharetí se halla–

ba Tigüipa, grupo de cuatro o cinco ranche–

ríos de familias chiriguanas. Participaron en

todas las contiendas habidas en Macharetí y

sufrieron el mismo desengaño que sus ami–

gos . los años

1855

y

1869.

El

P.

Marino, mi–

sionero de paz, logró parlamentar con ellos,

y tras repetidas visitas e inacabables expedi–

ciones desde Macharetí, se trasladó a Tigüi–

pa en

1872,

y el

20

de mayo, lunes ele Pente–

costés, dijo allí la pri:nera mis.a, poniendo a

la Misión bajo los auspicios y protección del

patrocinio de San José. La Misión de

San

fo–

de Tigüipa,

que se acabó en

1879,

siguió

floreciendo y aumentando no sin esfuerzos

del P. Conversor y fué punto de contacto en–

tre los indios de Cuev-o, lvo y Ouacaya, que

se habían aliado con los tobas y chiriguanos

de Macharetí y Tigüipa para desbaratar la la–

bor misional en

1869.

CoLEGIO DE SAN Jo sÉ DE TAR.ATA

(44).

El Pa–

dre Herrero mandó en su primer viaje dos