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Museo Nadond: Tomo XI P.
ci eron de noche, porque fué a deshora, y yo estaba ), a dormido: acuérdome que otro día
vi un Pamcuncu en el arroyo que corre por medio de la plaza: es taba junto a las casas de
mi s condiscípulos·en gramática Juan de Cellorico: acuérdome que huí an de él los mucha–
cho indios que pasaban por la calle: yo no huí porque no sabía la causa, q?e si me la di–
j er an tambi én hu yera, que era niño. . .. .
Aquel hacho echaron dentro de la ciudad
donde digo; porque ya no se hacía la fiesta con la solemnidad, observancia y veneraci6n
que en ti empos de sus reyes. No se hacía por desterrar los males que ya se iban desenga–
ñán do, sin6 en recordaci6n de los tiempos pasados, porque todavía vivían muchos viejos
antiguos en su gentilidad ql!le no se habían bautizado".
He copi ado literalmente la descripci6n del Cura Malina, por encontrarla la más
auténtica y la más exhaustiva; y por ser un documento de alto valor folkl6rico. Y la intere–
san te y pin toresca descri pci6n de Garcilaso, que vi6 y a su ocaso, cuando la Ci túa perdi6
en solemnid ad entrada la Conquista, y cuyo objetivo principal; la purificaci6n y la profila–
xia de las enfermedades, no se conservaba y a, si no más bien, como recordaci6n de un a cos–
tumbre de su genti lidad.
Es pues esta fiesta, para el objetivo que es tudi amos, un ensayo de purificaci6n de
los maleS" colectivos, pes tes y enfermedades y un a manera d e prevenirlas y de curarlas.
Mas la mentalidad primitiva, ofrece marc ados contr as tes en sus ritos y ceremonias. Esta
fiesta de
la
salud, para ec har los males del cuerpo, en fo rma preventiva, como en la frase
ya di cha, "Vaya el mal afuera" , sin embargo, excl u yen de su beneficio, precisamente a
los defor
~eS,
jorobados o a personas con "alguna lesi6n o de!ecto", para que así no altere
el curso de ella. Nuevamente en ella, como en todos los ritos incan os, en rel aci6n con la
etnologí a médica, se invoca el orígen divino de las enfermedades, la c6lera de los dioses,
la idea vaga del contagio y la acci6n purificadora de los elementos, agua, y fuego (los lau–
datorios u opacun a) los hac hones, p amcuncu , etc.
La p urificaci6n del al ma y cu erpo p ara el primitivo, consi te en el tr as p aso del de–
m·onio al agua, fuego. Por el agu a, los laudatorios, n o como higiene si no como objetivo
mágico de eliminaci 6n : ya en todo el cuerpo o armacuy ; o ya en el río, como pasaba en la
Ci túa. P or el fu ego, se deriv aban los pecados: ya en el ichu o paja, ya en las f\or es o ye r–
bas, sobre las que se escupí a o ya con los grandes hac hones, los pancumcu. Y
e\
tr aslado
del malo otros objetos por medios mágicos, como por las prácticas de brujería. Con las
ceremonias del Ichuri o p ajear y del P ampachay o allanar, quedaban los cuerpos limpi os
de las impurezas o pecados; igual en el procedimiento del Hu yhuachi, de uy hua, animal
doméstico; o de los pases del cuy. O en el del ichuric, con un a cuentecilla de mu yu, o con-
c ha de caracol metida en una espi n a, la cual se aj us t aba hasta quebrarse. "Así se quiebran
tu s desdichas y pecados", cuenta Arriaga. Así se purificaban de los pecados
y
de las enfer–
m edades su resultan te, desaloj ando las impurezas ya local, ya colectivamen te, como en
la fiesta antedicha de Citúa o Onccoy-Mi tta.