L as Curacio/le s p rJ r las Juerz .H del E spíritu .
4 /
P er o los pre sag ios, que es un a forma de l a ment a lidad prim iti va, no sólo
se t ra nspa r en ta n en lo q u e an tecede, sino tamb ié n., e n las adv er tencias que en–
vi aba n pr udentemente a los Incas vivos, los In ca s muertos, para qu e los pr ime–
r os e defendi eran en su s guerras . Es as í como nos cu en t a G a rcil aso, el "aviso" ,
qu e una fantasm a dió al P ríncipe, p a r a q u e lo ll evara ante su padre el Inc a Ya hu ar
H uaccac. H ab iend o este In ca desterrado a su hi jo el Príncipe por diver sas razo–
n e polít icas le mañ tuvo alejado y con estricta vi gi la n cia. P er o, sin p er miso r eal,
se presenta en el p ala cio de Ya huar H uacacc, so pena de despe rt a r su cólera, y le
cu enta su ex trañ o su eño: esta ndo en los p a t os de Chita, se le apa r ec ió un ho m–
br e extraño, en h ábi t os y figu r a di ferente de la nue str a, " p orq ue tenía barbas en
la ca r a de más d e un palmo, y el vestido la rgo
y
suelt o, que le cu bría h asta los
pi és : tr aí a a t ado po r el pescuezo un anim al n o cono ci do;
y
dij o ll amarse Vira–
cocha. L e comunicó v en ir de parte del so l, p a r a anu n cia rl e rebel ione con tr a s u
padre el In ca. Di c ho lo cua l, desapa reció Viracoc ha, "q u e no le ví más". Ya hu a r
H uacacc no quizo creerle. Ant es b ién, le tr ató de loco sober lJio, que a nd a b a ima–
gin and o d ispa rates,
y
le orde nó reg resase a su exil io. Añade Garci laso, que los
in dios fueron mu y ago rer os
y
sup ersticiosos, "principa lmen te en cosas de sue –
ños" ; y aú n más, si los sueños acer t aba n a ser del rey o del príncipe heredero o
dei s um o sa cerdote, que ésto er a n tenidos en tre ellos por dioses y orácul os ma yo–
res, a los cua les pedían cuen t a de su sueños los ad ivino y hec hiceros, para in–
terp re tarl os y declarar "cua ndo los mi mos incas no decían lo que habían soñado".
y
a unqu e e l In ca Yahu a r Hu acacc n o t omó en cu ent a el su eño de l p rí ncipe re la–
tiv o a la " fant asma" , sus co n ej e ros si lo t omar on en cu ent a, pues a poco v in o
la nuev a de la re beli ón d e los C hancas y de la s p rov inci as de l Chin c haysuyo . Más
t a rd e, en ti e mp o d e Hu ayna Cap ac , se repetirán estos p resagios anuncia n do e l
próxim o derrumb e de la dinastía inca ic a.
Como t od a medicin a primI t Iva, la p a t ología es pobre . G a rcilaso d ice
~ u e
n o con ocían la march a d e las enfer medades p or el pulso, n i tamp oco sabía n mi –
r ar la orin a, "ni supie ron que cosa era la cólera, ni flema, ni mela nc olía", pa r a
emplear términos hipoc ráticos. P ero, cuando miraban l a lengua y la enc on tr a–
b a n "desblanquecida" (sab urr al), d ecía n q u e er a sign o d e enfermedad. A la
fi ebre l a denominaban rupha y al es cal o frí o cP'!:1 p alud is mo, chu cc hu ( te mb la r).
En l a génesis de la enfermedad, se t omab a n en con side r aci ón los dos agen tes
fí–
sicos más an tigu os: el cal or y el frío. E n algún pasaje de s u obra, los Comen ta–
rl O
R ea les, contr adiciénd ose Garcil aso, afirma que cuando At a hu alpa es tuv o
enfe rmo y pri sion er o de P izarro, los jefe in dios, "llamaron pa r a cur arle a gra n–
d es herbolari os que se aseguraban de su t empera tur a tomá ndo le el pulso, n o en
el puñ o como los méd icos d e aquí, ino en lo al t o de la naríz, en tr e las ce j as y le
d ie ron a beber j ugos de plan t as mu y eficace. Una de ell as ll amada paico (q ui -