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Las Curaciones por las fuerzas del Espíritu.

En la men talidad prelógica, las grandes catástrofes, las heladas, las sequías, las

pestes, son resultados de los pecados cometidos. Estos, acumulándose, llegan a constituir

un veneno mental, que se almacena en el

sub~onciente.

Por eso, hay que derivarles vocal–

mente en la

~onfesión.

Pero ésta era ritual; y no se la puede comparar, como acertada–

mente sostiene Pérez Palma (1), con su símil de la práctica del catolicismo. Es un rito,

una purificación del alma, un medio de aplacar la cólera del totem, un procedimiento de

psi~ocatharsis

empírico. Por eso, la voz ichuri, viene de ichu, paja, porque el penitente,

lllego de purificarse en presencia del laycca o hechicero, escupiendo sobre manojos de paja,

que luego quemaba, para así destruir el pecado por medio del fuego. Otras veces se echaban

suertes con manojos del mismo ichu, separándolos en dos partes y sacando de cada ma–

nojo, el ichu de uno en uno, hasta que quedaran pares o n'Ünes. Así también se sabía si ha–

bía confesado verdad o mentira el penitente.

Los indios, dice Villagómez, se confiesan duran te el ayuno, porque así se encuen tran

al estado de pureza, listos para hacer el recuen to de sus culpas. Lo hacen con cierta cere–

monia. Acúsanse de adulterios, de hurtar, maltratar a sus semejan tes o no haber acudido

a las huacas a hacerse los respectivos sacrificios. Mas, luego les hacen a estas diversas

ofrendas. Ponen sobre una piedra llana, los polvos de las ofrendas, "y hazen que

los sople y con una piedrezuela que llaman Pasca, que quiere decir perdón, que la lleva

el indio, o la tiene el que confiesa, le refriega la cabeza con maíz blanco molido y con un

agua le lavan la cabeza en algún arroyo o donde se jun tan los rios que llaman Tincun a".

La penitencia que imponen los ichuris, son los ayunos antes mencionados: no co–

mer ají, ni sal, ni dormir con mujeres. "Usan también el confesarse cuando están enfermos,

añade Villagómez, con los mismos hechiceros . ... "; y creen que enferman perlfuc están

enojados los Malquis y las huacas. Llegamos así al interesante punto de la medicina má–

gica incaica, el referen te a la en fermedad, producto del enojo del dios y al método empíri–

co de la confesi6n o para emplear

el

lenguaje psicoanalítica, la psicotharsis.

Acabamos de ver, que Polo de Ondegardo nos relata como para curarse de la

ta~ui

oncco, enfermedad de baile, o histeria colectiva, usaban de la confesión "con los hechiceros

y otras ceremonias diferen tes".

Y

que Molina, el cuzqueño, dice que para curarse los indios

de esta dolencia colectiva, el hechicero indicaba al enfermo, confesara sus peGados, "sin

dejar de encubrir ninguno, y a ésto llaman

hichuco",

o método catártico.

Cuando el Inca enfermaba, practicaban la Confesión como ceremonia religiosa de

carácter oficial, la cual se hacía a la orilla del río o en lugares

especial~s

llamados "Cayan ".–

Después de confesar sus pecados y durante la ceremonia, mantenían con los dedos de la

mano derecha, una espina, cuya pun ta llevaba un anillo o boli ta coloreada, la que en trega–

ban al ichuri después de terminada la confesi6n. El confesor les exhortaba a no caer nueva-

(1).-

PEREzP.ALmA,REcAREDo.-La

euoluci6n mítica en el Imperio del Tahuan–

in-Suu .yl Lima, 1920.