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namente quechuas en la lengua y el espíritu. Las estrofas

siguientes

!

J.OS

confirman lo que decimos:

M«ukka sapatuykis kani

Kkttchu

kkuchu

wijcchu–

[

nayki;

Musoq nanachísoqtinri,

Kkuchi khchi maskkanayki.

(Tu viejo calzado soy

Por los rincones arrojado;

Mas si el ·nuevo te hiere,

Sin demora lo buscas.)

(XCVI)

Los incidentes más interesantes en coriexión con estos

versos se refieren a aquellos relacionados con el arpista

C arlos Flores Pino de

60

años de edad, de los cantos

X-XVI, etc. Conocí a este hombre quechua singular del

distrito de San Jerónimo del Cusco, allá por 1938. Daba

audiciones de música autóctona con danzas típicas regio–

nales en los teatros de última categoría de Lima. Pronto

llegué a conocerle. Pasaba su vida vendiendo hojas im–

presas de cantos quechuas. Hechas las averiguaciones

supe que ,tenía un "cantora!" quechua. Merced al tacto

de mi hermano Róger, obtuve

la

copia por un par de

días. Febrilmente copiamos varias decenas de cantos que

contenía el manuscrito. La mayor parte de los cantos los

guardo para otra edición.

Mi

informante nunca quiso

decir la verdad acerca del origen de estos trozos. Ha

muerto este interesante sujeto. Mas, por una feliz coin–

cidencia, hace un año, he llegado a conocer al dueño de

este manuscrito Don Cosme Licona, de

60

años de edad,

organista del Distrito de San Sebastián del Cusco, fué

uno de los primeros autóctonos que vino trayendo un

conjunto de músicos folkloristas a Lima hace más de

3

O

años. Flores Pino formaba parte de este conjunto.

Licona sufrió en Lima la pérdida de sus apuntes dramá-

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