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tancias que se ingieren. La ''carne de cerdo y el melón'', producen
graves enfermedades según la gente, por lo que está prohibido to–
marlos juntos.
Esta ''censura'
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alimenticia es decretada anónimamente por el
tribunal también anónimo de la opinión pública. Pero, sin duda,
alguna razón le asiste, aunque no sepamos cuál, desde el momento
que la interdicción no es ' absoluta para todos los alimentos sino
sólo para determinadas sustancias. En este sentido, la "carne de
cerdo'' es una víctima de las furias populares, pues, a continuación
se prohibe comerla con "mazamorra'' y, sola, en los casos de in–
disposición femenina .
.En estas circunstancias, la mujer corre peligro si ingiriera cual–
quier clase de fruta. .Así lo dictamina la superstición popular, que
priva también a las mujeres ''enfermas de este mal", planchar,
lavar, etc., interdicciones que tienen seguramente sólo un valor hi–
giénico o, cuando más, un sentido de adecuación profiláctica al
estado en · que se encuentran.
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P 'or otros motivos, prohíbese la ingestión de pan y dulce calien- ·
tes. Probablemente, la superstición alimenticia, en .algunos casos no
tan arbitraria como se cree, era acompañada antaño de un ceremo–
nial "tabú", que hoy ya no se usa. Sin embargo, ciertas prácticas,
ciertas ideas respecto a la posibilidad de. que los alimentos puedan
servir de vehículo para el ''embrujamiento'', hacen pensar que es–
t~s
ceremonias no han desaparecido por completo. En algunas regio–
nes de la Provincia, ribereñas al Dulce y al Salado ''no es bueno
dejar la sobra" o el sobrante de las comidas, ni "dejar para maña–
na'' lo que se puede comer hoy, ni tampoco permitir que los enemi–
gos y las m.ujeres extrañas "toquen" o se "sirvan" de la comida
que han preparado para el almuerzo o la cena de la familia. Este
temo-r, que forma espesa atmósfera neblinosa en torno del vivir
aparentemente feliz del campesino,
es
el que ordena ''tirar al fue-