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Destaquemos, ante todo, el hecho de que ciertos alimentos, en de"

terminadas circunstancias, provocan intoxicaciones y enfermedades

diversas, que no son, empero, producidas por el alimento en sí, ya

que el mismo no provoca ningún daño a otras personas, sino debidas

a causas completamente ajenas a él. De este hecho, simple y lógico,

nace, sin embargo, una superstición alimenticia, por la frecuencia con

que se producen en los pueblos de clima cálido y de costumbres anti–

higiénicas, estas enfermedades·, incriminadas, erróneamente, al ali–

mento que se ingiere. Y la superstición entraña tal miedo que, mu–

chos productos alim;enticios, solos o mezclados a otros, constituyen

alimentos ''tabús'' o prohibidos y sobre los que pesa una grave

interdicción de causa desconocida.

Seguramente, en alguna época y por causas ·no imputables a la

alimentación, debió producirse alguna grave enfermedad o trastorno

de carácter general o, acaso, una simple manifestación de otro mal,

aunque coincjdente con la ingestión alimenticia de determinado pro–

ducto, que se atribuyó, no a la causa real, sino a la comida o a la

bebida 'ngeri as en ese

omento. Como consecuencia, debió nacer el

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zándose esta ·de

;rtieular por la creación de un miedo colectivo.

Lo singular se hace plural y ya tenemos en la imaginación popular

la corporización de un fantasma impuesto por la costumbre

y

la

tr~dición.

De ello resultan infundadas interdicciones, inmotivados temores

sobre determinadas sustancias, que corren de boca en boca a través

de los tiempos, apagándose de vigor algunas veces, para crecer,

otras~

y

remozarse ante la nueva evidencia de un caso recientemente pro–

ducido y que transforma la leyenda en una cosa viva y siempre re–

nacida.

Así se estructuran las viejas concepciones, se articulan en un · ro–

sario las fábulas y supersticiones y aquella cadena de hechos que

parecía rota se recompone de súbito ante el hallazgo milagroso de una

nueva verdad; verdad que no es tal pero que parece serlo; verdad

sin fundamento científico pero de evidente realidad lógica para el

espíritu del pueblo. Así también se forjan las interdicciones de ori-