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aspinay: quitar o cavar. La maniobra, que es todo un prooedimiento

quirúrgico, está enderezada a desembarazar la herida de las larvas, ,

en limpiarla completamente, para luego acudir con un emplasto de

"ancochi (Vallesia glabra)" o de "tabaco (Nicotiana tabaco)"

o

"quellusisa (Verbesina en celioide) ".

Antes de terminar con el tratamiento de las "embichaduras" no

debemos olvidar una práctica

mági~a

muy común todavía en el De–

partamento Copo.

"Consiste en seguir al animal hasta un lugar abierto o "abra".

Luego, arrancando una mata de pasto se hace con ella un nudo bien

abierto, a través de la cual se mira al animal en la herida. Poco a

poco se va estrechando el nudo hasta cerrar completamente el ojal.

Luego, se reza un Credo''.

Ahora bien,

&

cómo se explica la curación de la ' ' embichadura',

por tales

procedimientos~

La 6xplicación es sencilla si se tiene en

cuenta que las larvas, una vez cumplido el ciclo de evolución, se

trans~

:forman en gusanos y éstos en mariposas o mosquillas, las cuales vue-

lan y dejan lim ·

ue han hecho su transformación,

o metamorfosis.

biblioteca

CHO

El exceso de

tinal, trae

:n

ión caben,

mp ,

i "atracón''

cuando el ' ' empa;

de súbito por efecto de una

comida copiosa, o ' ' quishquida'' cuando la causa es debida a la inges–

tión de alimentos astringentes o estípticos, como las ''tunas'' o el

''arrope con queso''.

Los medios preconizados en la terapéutica popular contra el ' ' em–

pacho'', diversos por todo concepto, tienen la virtud de ser más per–

judiciales que beneficiosos, con excepción de algunos que se usan te–

niendo en cuenta la verdadera naturaleza del mal. Entre estos reme–

dios el "té de poleo (Lippia turbinata) ", de "tala (Celtis flexuosa

o Duranta Lorentzii) ", de "aguaribay o terebinto (Shinus molle)'',

son los que más se aproximan al objeto terapéutico.

Del ' ' aguaribay'' se han ocupado los autores clásicos, en su gran

mayoría, desde Monardes,. el primer médico naturalista que estudia

y adopta científicamente gran número de plantas medicinales, hasta

entonces sólo conocidas por los aborígenes

(Historia medicinal,

1569)

hasta Hutchinson, pasando por Azara y Falkner. Este último, en su