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fuego. La naturaleza de la cosa que servía de amuleto nunca llegó

a descubrirse, pero este acto de magia sólo tenía por objeto pasar la

enfermedad al talismán el cual, contagiado desde el momento que,

cesaba el dolor del paciente, era desfruído por la acción del fuego.,

como se destruyen y depuran los males (

1 ) •

.

LA EMBICHADURA

Es común el término, entre la gente del pueblo, para designar las

heridas expuestas, entre cuyas anfractuosidades los huevos deposita–

dQs por las moscas dan lugar a la salida de larvas. La ' ' embichadu–

ra' ' es frecuente en los vacunos, los porcinos y equinos. Etimológi–

camente, proviene de la palabra "bicho" que es como se llama a nu-

merosos insectos.

·

El clima de la provincia es, en los meses de verano, muy propicio

para esta clase de mal, no sólo a causa del intenso calor, sino de las

condiciones poco 1gen1cas en que e ''hace la cría''.

Ninguno de os edios terapé ti •

irecta-

mente saneando st

y

o

tíficamente la p od

con las moscas ue las :Qro

mitivos, como lo qu

pata de oveja'',

al pudrirse. Po

meros artificios em}j '

i

o e

etación más con lo

espíritu que con el rigor de la lógica y la razón.

Existen, desde luego, medios diversos para la curación de la ' ' em–

bichadura'' o ''bichera'' o ' ' enmoscadura' ', como también se le llama.

Es muy común el procedimiento que consiste en "levantar con

un cuchillo la tierra en que están marcados un rastro de adelante

. y otro de atrás (en cruz) y después de hacerles la cruz se los da

vuelta en el mismo sitio''. Esta práctica, mezcla de magia y ensalmo,

(1)

''Consintió, por fin,

y

fué colocado ·boca arriba en la arena, sentán–

dose el ''doctor'' junto a su cabe:za

y

dando principio a un canto. Al final

de cada estrofa ehupaba la mejilla del paciente con gran ruido

y

sacaba de

su propia boca una hormiga, una concha, una a.raña. . . después de lo cual

nos enseñaba lo que .había ''extraído''

y

le entraba una tremenda vomitona ...

Finalmente el ''doctor'' cogió del fuego un carbón axdiendo

y

espolvoreánd-olo

con unos polvos de hojas finas metió esto en la boca de Morse, de manera

que ·el humo del polvo de hoja pasara por entre la muela picada. Al ca-bo de

unos minutos cesó el dolor

y

"no volvió inás" (F. W.

DE GRAFF:

Cazadores

de Cabezas del Amazonas,

pág. 238).