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aceite, aplicándola caliente sobre las si-enes, una mitad sobre cada
lado''.
_
Compárense estas recetas con las
correspondiente~
del doctor Man–
douti: ''Toma una naranja· agria, pártela por la mitad, esprímela,
dejándole un poco de zumo y frita en aceite ponla en las sienes tan
caliente cuanto la puedas sufrir'' y la que sigue: ''Toma aceite de
violetas, una yema de huevo, y leche de muger, partes iguales,. mez–
clado todo has un emplasto y moj.a
tm
paño con aguardiente y con
el emplasto lo pondrás tibio sobre las sienes". De la comparación
surge un hecho claro que no hay entre ellas más diferencia que en
la forma del lenguaje en que están prescriptas. Finalmente algunos
emplean la ignipuntura, haciendo calentar un trozo de metal agudo
con el que se toca la nuca.
EL DOLOR DE ESTóMAGO
·
EL DOLOR DE OíDO
!v.I:uy buena intención tienen todas las recetas que el pueblo pres–
cribe para el ''dolor de óido'' o la ''puntada al óido ''. Pero pocas,
algún beneficio.
Las otalgias, como es natural, obedecen a múltiples causas.
¿
Có–
mo es posible que el pueblo las considere si a él no le interesa más
que acudir de inmediato a calmar el dolor?
Éste es .el síntoma que -atrae su interés. Es también, acaso, la
única manifestación del mal, por evidente, que logra conmoverlo.
El dolor es el principio y fin de la medicina empírica y constitu–
ye el síntoma preferente en la atención de los enfermos, pues, hay
que deéirlo, .el pueblo tiene demasiado sentimiento como para perma–
necer inmutable ante el dolor de sus semejantes. Esta sensibilización