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¿Qué extraño es que la gente llame "dolor de cabeza'' a las me–

ningitis, a los tumores cerebrales, a las neuralgias y demás enferme–

dades que tengan, entre otros, el síntoma dolor?

En esto la mente popular tiene un concepto topográfico primitivo.

No puede imaginarse que un dolor localizado pueda ser resultante

de una afección general o a distancia., ni siquiera que el

~uerpo

cons–

tituye una unidad, sobre todo desde el punto de vista funcional.

Con tal criterio, fácil es imaginar también el beneficio y la calidad

de su terapéutica.

Las más de las veces ella es sintomática

y

por consiguiente ano–

dina, desde que, olvidando la causa, sólo actúa procurando un alivio

temporario. Se recomienda para esta afección ''poner en vinagre la

camisa de la víbora, la -que se ata después sobre la frente con una

vincha colorada' ' . Esta receta nos trae a la memoria la costumbre

de los indios del sur, los cuales para curarse la cefalalgia usan tam–

bié~

una ' ' vincha'' debajo de la cual colocan algún huesecillo de

zorro o la "mu

a víbora. Apenas hay diferencia

entre la receta

e uno u otro pueb o, o •

ex licaría or algún

contacto entre ellos

sería el quichua E

dicina y la cost ml>

algunas voces d

gional.

ambién en

ialecto re-

Usase tambi "

de ca eza" a

icac ón de unas

hojas de "mora'

o a o chlorophora tinctoria ?) "suje-

tas con un pañuelo". En la misma forma han sido aconsejados los

''paños o defensivos'' de vinagre con sal, que en los casos de conges–

tión han de producir excelente resultado.

Hay quien preconiza también el ' ' parchi de yerba mate (Ilex

paraguayensis) en redondeles de papel de astrasa'' o las ''flotaciones

de la sien y la nuca con sebo de vela".

Deliberadamente hemos dejado para el' final dos recetas que se

parecen como una gota de agua a otra gota de agua a dos recetas

que hemos encontrado en la recopilación ya comentada del célebre

médico doctor Mandouti, que anduvo por estas tierras a fines del

siglo XVIII.

La prescripta entre nosotros dice: "hacer un emplasto con una

yema de huevo, leche de mujer y aceite de violeta, agregándole aguar–

diente y poniéndolo tibio, tibio sobre la sien''. Y la otra que consiste

en "partir una naranja agria, y después de exprimirla se la fríe en