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como consecuencia de las malas artes, y _evitar su fuga. En este

caso, &de qué medios se vale el "brujo

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para conseguir su objeto?

Una vez averiguada la naturaleza mágica de 'la defunción, se en–

cierra con la víctima, a deshora de la noche, y, descubriéndole la

región precordial, le introduce en · el corazón cuatro espinas de

quimil de modo que formen una cruz. Este ensalmo o, mejor dicho,

conjuro, que llaman ''la prendida'', tiene ·por finalidad matar o

enfermar a la persona que ha ·provocado el "daño''.

La muerte es, muchas vec·es, debida a un hecho de sangre. En

estos casos, si el criminal ha huído a pie, se practica otra suerte'

de magia, la cual consiste en atar las extremidades del difunto o

introducir en la cara plantar de uno de sus miembros una espina

fuertemente ·enclavada. Se concede a este hechizo el efecto de pro–

ducir en el fugitivo la parálisis de sus movimientos mediante la

incoordinación o el dolor y, como consecuencia., el de favorecer su

apresamiento, ya que, en tales condiciones, resulta poco menos que

imposible

~u

fuga.

Todas estas

rácticas van acompañadas de un silabeo monótono

cuyo

S

ntido se nos esca a. Segura ente se trata del recitado de

alguna fó

ula cabalística

'

rnj "

x resa su volun-

tad de efe

~

g

·:ración impetra-

r ' tctica de ''la pren–

e el "brujo " rea-

o

ruz. Elemento ex-

traño,

orque

que para ecibir los poderes maléficos,

a_ntes deoe a JUrar, e iniciado, su fe cristiana. Sin embargo, puede

explicarse el injerto si recordamos la profundidad con que ha

calado las almas el sentimiento religioso. Por eso, también, no nos

cabe duda que la fórmula que musita el "brujo" en el acto de "la

prendida'' no es más que · una variante de los ensalmos comuDles.

La ' ' malojiada'' puede ser intencional o casual. Es el hechizo que

efectúa el viajero al pasar ante una criatura sin detenerse a to–

carla. Suele incriminarse al ''malojo'' un gran número de enfer–

medades infantiles y hasta la muerte misma. Las pobres madres,

siempre atelltas a la salud de sus hijos, que no saben defenderse de

este peligro, encuentran en los amuletos la tranquilidad que nece–

sitan para dedicarse a sus quehaceres domésticos.

E~os

amuletos

se hacen de hueso en América y de coral en Europa. Los nuestros

consisten en un pequeño diente de perro, un colmillo por lo general,

que cuelgan del cuello. de la criatura a modo de escapulario.

.