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Por lo demás, en todas las épocas de la historia y en todos los
pueblos se encuentran casos similares. Los romanos bebían la san–
gre de los gladiadores moribundos en la misma arena del circo.
Y muy modernamente Voltaire escribía que "los paisanos de su
cantón bebían a diario sangre de toro para conservar el vigor''.
En nuestra América, Mr. Belloc, refiriéndose a cierta.s tribus
de indios establecidas en el Brasil, que tenían la costumbre de sa–
crificar a sus prisioneros, dice: ''llegan entonces las mujeres, lavan
el cuerpo, co:rtan
sus
miembros con una piedra afilada, · frotan los
niños con la sangre
Y.
asan la carne que comen todos los presentes
adornados con bellíSimas plumas"
(Histor·ia de América,
Ede.
Barcelona 1844 y 1845, T. I, pág. 44).
Entre los araucanos, dáseles a beber la sangre de cóndor a los
niños débiles (P
ARDALj
ob.
cit.).
Y también el hígado crudo del
mismo animal
f..
1 ).
Si la sangre así empleada puede infundir fuerza y coraje, con
cuánta mayor razón la receta siguiente. Consiste en "comer los
compañones suasados del toro". ¿Pueden discutirse en nuestra época
los beneficios d a opoterapia te icular
1
No todo concluy¡
aquí. Hay
•
·a
''sacar
fuerza en los b azo
alagua
(Eunectes muri u ) ' .
leyenda
quiebra los hue os de
e
anto
más
si lo hace en el cue
ombre g_ue
lo
impida, y
deberá hacerlo
di '
e o,. el desafío,
implícito en la eceta, si no da v or, por o enos permite supo–
nerlo, lo mismo que a uc a, que a continuación se entabla (en el
caso, naturalmente, que haya un débil que quiera curar de este
modo) la cual, si no da fuerza, permite por lo menos apreciar la
que se tiene.
Hay algo de socarrón en el espíritu de esta medicina, algo de
ese humorismo trascendental del santiagueño, que aconseja los más
inverosímiles tratamientos sabiendo que nadie osará. llevarlos a la
práctica, descontando de antemano el rehuso categórico, que le
place, porque, sin dejar de acudir. al llamamiento de, la compasión,
puede lavarse las manos como Pilatos, irresponsablemente.
¿
Quién
osará decirle, luego, que -es indiferente al dolor ajena:?
(1) " ...
y
eogiendo mi machete sacó el corazón del animal (gato mon–
tés) y los eolmillos. El primero lo tostó y se lo comió, dándome parte de él,
asegurándome que me haría ser más bravo el comerlo. (F. W.
DE
GRAFF:
Ca–
saaores de Cabezas deZ Amazonas,
pág.
306).
1
·'