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madre8 como de los hijos
y
déclaró que prefería seguir en el
actual estado de su ·enfermedad a verse sano de aquella ror–
ma, alegando que él encontraTía un remedio que le hiciera
sanar.
[468]
Y así, después de dar orden de que se entre–
gara a cada madre sus respectivos hijos y se les asignara una
gratificación holgada para su viaje, despidió a todas a sus ca–
sas en medio del júbilo y la a:legría consiguientes. Aquella mis–
ma tarde se aparecieron al Emperador Constant ino 'los Após·
toles San Pedro y San Pablo, dándole las gracias por lo que ha–
bía hecho, y agregando: "Ve al monte Soractes
y
preséntate
al Santo ¡>adre de los cristianos, cuyo nombre es Silvestre,
[469]
y
él
te ofrecerá un remedio con el que sanarás de tu
enfermedad del cuerpo y del alma mucho mejoc que con to–
dos los remedios que
te
han aconsejado los sacerdotes de los
ídolos." Emoominóse
al
punto Constantino hacia donde se
encontraba Silvestre, que, si bien
ail
principio pensó que
tal
vez viniera el Emperador a darle muerte, comprendió, no obs.–
tante, cuando Constantino le ¡refirió su aparición, que se tra–
taba de San Pedro y San Pablo. Mostró, para confinmaxse,
al
Emperador
Ja
imagen de ambos y le p11eguntó si por ventura
eran aquéllos, y como
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el Emperador le respondiese
afirmaitiv·amente, desde aquel momento San Silvestre se de–
dicó a exponede la pafabra ·divina, poniéndole muy sobre avi–
so de que nada puede haber bueno sin el servicio
d~l
Señor.
"Estos dos que se te han apairecid()--<le dijo-son dos Após–
toles de Dios, fundadores de la Iglesia y predicadores del
Evangelio,
[471]
que Dios envió del cielo para bien de tu
alma y de tu cuerpo y para que te mostraran el oamino de la
verdad. Si tú renuncias a la falsa creencia de tus dioses y es–
cuchas la palabra de Cristo, te podrás lavar con el agua del
Santo Bautismo." Oído lo cual, cambiando el Emperador su
ostentoso atavío real por una humilde vestimenta, hizo pe-
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