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blancos también, que te llevarán a mi convite y luego te vol–
verán a tu casa." Llegado el día, y al r egreso de misa, lo en–
contró todo tal como se lo predijo su amigo. Como, al ·subir
al caballo, se le preguntara adónde iba, respondió que adonde
Dios quisiera y que volvería pronto, y se puso en camino
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por bosques y páramos, más rápido que el
vi~nto.
Llegado que hubo a una espesa selva, topó con la choza, de
un ermitaño, ante la cual se pararon los perros y el caballo.
Bajó del caballo ·el soldado,
y
confesó algunos pecados de que
se había olvidado. Cabalgó seguidamente de nuevo y siguió
caminando hasta que llegó a un magnífico
y
espléndido pala–
cio, a la vista del cual todos hicieron alto. Cuando se
apeaba del cruballo, le salió - al encuentro ' su amigo,
el que había muerto,
y
le dijo: "Como te has retrasado mu–
cho, ya no queda más que un plato; comerás, pues de esto."
Lo
primero que topó al entrar en el palacio fué unos jóvenes
tan hermosos, que a la vista de su hermosura se quedó atóni–
to.
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Después comió aquellas únicas viandas que, se–
gú~
le había anunciado su amigo, eran lo único que sobraba.
Advirtióle, hecho esto, el muerto que, como ya lo que tenía que
hacer estaba cumplido, regresara a su éasa. Como entonces
el vivo le rogara que le hiciera la gracia de permitirle <demo–
rar un poco más la partida
y
el amigo le respondiera que ya
se había detenido má:s de lo que debiera
y
que se retirara, por
consiguiente, cuanto antes,
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subiendo
al
caballo, y
guiado por los perros, emprendió el regreso por el mismo ca–
mino por donde había venido. Llegado que hubo a la mora–
da del ermitaño, con quien antes se había detenido a con–
fesar sus pecados, he aquí que ni una cosa ni otra encontró.
Pero cuando su extrañeza subió de punto
fué
al llegar a su
casa
y
encontrar cortados de raíz todos los árboles del
bos–
que
y
todo tan cambiado y tan distinto que, por ejemplo, don-
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