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[214-217]

más necesaria que todas las demás, pues debe saberse

y

reci–

tarse cotidianamente por todos los cristianos, por lo que se la

llama la oración cotidiana.

D.-Empieza por exponerme las primeras palabras : "Pa–

dre nuestro, que estás en los cielos."

[214]

M.-Estas palabras son una a modo de prepara–

ción a esta oración. Así al exclamar "Padre nuestro" nos con–

firmamos

y

nos afianzamos en la esperanza para pedir, al

'

1 ' '

tiempo que al decir "que estás

1

e'n los cielos" nos advertimos

a nosotros mismos que hemos de acercarnos con temor

y

re–

verencia a este Padre Supremo, que no

es

semejante a los de

la tierra, sino que es celestial, pero con la particularidad de

que

al

llamarle "Padre", con esta palaibra indicamos

[215]

que El se complace en nuestras oraciones, de la misma mane–

ra que

al

pronunciar "que estás en los cielos" debemos pensar

que, al sentarse allí como.Supremo Señor de este mundo, puede

hacer todo cuanto quiere,

y

que nosotros pasamos por este

mundo como forasteros

y

peregrinos,

y

en tierra, por consi–

guiente, de enemigos hasta que alcancemos nuestra eterna

morada, para lo cual necesitamos del auxilio divino.

[216] D.-Ve exponiéndome una por una todas las pa–

labras.

M.-Puesto que la palabra "Padre" se aplica propiamen–

te a Dios en cuanto Creador de todo cuanto existe, con ella

indicamos nosotros no sólo que El ha adoptado como hijos

a los buenos cristianos, sino que ellos por su parte pueden

llamarle padre

y

desean vivamente convertir a E1 su corazón,

como hacen los buenos hijos, en contra de los malos e

in–

dignos.

[217]

D.-¿Y por qué ha de decirse "Padre nuestro"·

y

no "Padre mío"

?

M.-Para dar a entender que todos somos hermanos

y

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