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(226-229]

todo corazón, gloria que tendrá lugar en la otra vida. En.ton–

ces Dios Nuestro Señor, junto con los bienaventurados, ejer–

éerá su imperio sobre todas las cosas, sin que nadie se opon–

ga a su dominio. (226] Entonces será domeñado y aherro–

jado en los infiernos el poder de los demonios y de los hom–

bres malvados. Entonces, finalmente, ni habrá muerte ni ten–

taciones del demonio, con lo que ·aquella bienaventuranza será

tranquila, alegre, perpetua y completa.

D.-¿ A cuál de los tres reinos se refiere nuestra oración? .

M.-No al primero, ql!e no vendrá, porque ya ha venido;

tampoco al segundo, [227] de que ya se ha -hablado en la

primera petición, y que ya en gran parte ha venido, sino del

tercero, que aún está por venir, y éste es al que se refieren los

que han probado la vida de desgracias de este mundo. En esta

petición, pues, pedimos nuestro bien, esto es, la vida verda–

dera de nuestro cuerpo y de nuestra alma.

D.-De modo que nosotros, encendidos en el deseo del rei–

no de Dios, pedimos que venga cual}tO antes... [228] Ahora

bien, como quiera que esto ha de venir después del día del jui–

cio, lo que nosotros pedimos es que el mundo sea destruído

cuanto antes y que llegue pronto también el día del juicio.

M.-Así es, en ef'ecto. Pues de la misma manera que a

los que aman esta vida terrena les es molesto que se les ha–

ble del dfa del juicio, así también para los buenos cristianos,

que gimen en este

val.le

de lágrimas, les es dulce y grato que

se les hable del juicio, porque le esperan. Por lo cual San

Agustín asegura: (229] "Así como antes de la venida al

mundo de

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esucristo las almas de los antiguos justos espera–

ban su llegada, así también los que ahora viven santamente

esperan el día del juicio fínal en que Cristo, a su venida, traerá

c.onsigo la verdadera bienaventuranza."

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