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cio y el favor que Dios Padre nos prodigó con ·esto la Iglesia
lo celebra en la fiesta de Pentecostés.
D.-¿ Podrías aclararme esto con algún ejemplo?
[145] M.-Para bien de tu alma te referiré una cosa que
narra Enrique Gran.
Dos estudiantes, de linaje noble, fueron a estudiar a París.
El más joven, con el afán de aprender, amaba mucho a Dios,
uniéndose a }os buenos y esquivando las malas amistades.
El mayor, en cambio, descuidaba sus estudios y llevaba una
vida relajada, en la cual, a medida que se enfangaba más,
más se difundía la f.ama de este mal comp<:>rtamiento.
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Aconsejábaile el hermano menor con todas sus fuerzas que
cambiara de vida, y un día le habló de esta manera: "Ya veo,
hermano
rriío,
que estimas en muy poco mis consejos, pues
los miras como impertinencias de chiquillo. Pero pronto Ue–
gará un día
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en que te ha de pesar el haberte mos-
. trado sordo a las indicaciones del Espíritu Santo." Y dicho
esto, se fué, sin dejar por esto de pedir a Dios que ablandara
su endurecido corazón. Al fin el Señor, oídas sus súplicas, le
envió una grave enfermedad, que le postró en el }echo. Ya
al
borde de la muerte, b,e aquí que, pensando en todos sus
muchos pecados, desesperaba de su salvación, seguro de que
habría de ir irremisiblemente al infierno.
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Mientras
así pensal:)a, .una noche vió de pronto entrar en su habitación
~P.
anciano de porte muy venerable, que con tan terribles
ojos le miraba, que apenas se atrevió a preguntarle quién
era. Atrevióse, por fin, y el anciano le respondió ser El Dios
Padre, el mismo que le había creado y dado la vida y el alma
que tenía, y que había hecho el sol, la luna y la.s estrellas
para que él, renunciando ya de una vez a su torpe vivir, hi–
ciera penitencia y que, puesto que había tenido el corazón
tan endurecido y se había negado a prestar oídos a sus di-
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