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[145-148]

cio y el favor que Dios Padre nos prodigó con ·esto la Iglesia

lo celebra en la fiesta de Pentecostés.

D.-¿ Podrías aclararme esto con algún ejemplo?

[145] M.-Para bien de tu alma te referiré una cosa que

narra Enrique Gran.

Dos estudiantes, de linaje noble, fueron a estudiar a París.

El más joven, con el afán de aprender, amaba mucho a Dios,

uniéndose a }os buenos y esquivando las malas amistades.

El mayor, en cambio, descuidaba sus estudios y llevaba una

vida relajada, en la cual, a medida que se enfangaba más,

más se difundía la f.ama de este mal comp<:>rtamiento.

[146]

Aconsejábaile el hermano menor con todas sus fuerzas que

cambiara de vida, y un día le habló de esta manera: "Ya veo,

hermano

rriío,

que estimas en muy poco mis consejos, pues

los miras como impertinencias de chiquillo. Pero pronto Ue–

gará un día

[147]

en que te ha de pesar el haberte mos-

. trado sordo a las indicaciones del Espíritu Santo." Y dicho

esto, se fué, sin dejar por esto de pedir a Dios que ablandara

su endurecido corazón. Al fin el Señor, oídas sus súplicas, le

envió una grave enfermedad, que le postró en el }echo. Ya

al

borde de la muerte, b,e aquí que, pensando en todos sus

muchos pecados, desesperaba de su salvación, seguro de que

habría de ir irremisiblemente al infierno.

[148]

Mientras

así pensal:)a, .una noche vió de pronto entrar en su habitación

~P.

anciano de porte muy venerable, que con tan terribles

ojos le miraba, que apenas se atrevió a preguntarle quién

era. Atrevióse, por fin, y el anciano le respondió ser El Dios

Padre, el mismo que le había creado y dado la vida y el alma

que tenía, y que había hecho el sol, la luna y la.s estrellas

para que él, renunciando ya de una vez a su torpe vivir, hi–

ciera penitencia y que, puesto que había tenido el corazón

tan endurecido y se había negado a prestar oídos a sus di-

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