[121-124]
de lo que había muerto ·era de amor de
Dio~;,
pues su corazón
había reventado de gozo. Y, en efecto, abierto el corazón,
encontraron en él escritas las palabras que él con tanta in–
sistencia había pronunciado: "¡Oh, mi amado Jesús!"
· Pero para que ·te excites en ti mismo más y más al santo
amor para con Cristo Señor Nuestro,
[121]
te voy a re–
ferir a este propósito una narración, por Ja que verás cómo
Cristo Nuestro Padre, aunque está en los cielos, no. se olvida
de prodigar su compasión y su ayuda a los
pecadore~,
para
que •se aparten del pecado, y tan es así, que si fuera preciso
que El de nuevo sufriera pasión y muerte para salvar al gé–
nero humano, lo haría muy gustoso. La narración está to–
mada de San Dionisio Areopagita.
[122]
Estaba muy dolido San Carpo porque un incrédu–
lo, en una de las fiestas en honor de sus dioS'es , había conse–
guido hacer apostatar a un cristiano. Enojado así coritra ilos
dos, pedía con -instancias al Señor que castigara a ambos eón
la muerte, ya fuera por un Tayo o por cuaJlquier otro género de
castigo. He aquí que una noche, mi•eriitras esto pedía, su casa
fué de súbito sacudida violentísimamente, .
[123]
se abrió
luego totalmente de arriba abajo, y de pronto vió que desde
el cielo entraba en su casa una columna de rei:;plandor. El•evó
los ojos al ciel-0, y cuál no sería su .asombro cuando viéndo1c
abierto contempló a nuestro divino Salvador sentado y ro–
deado de ánge}es... Bajó los 0jos al suelo y, en medio de es–
pantosas tinieblRs, ·
[124]
vió a aquellos dos pecadores a
punto ya, según· parecía, de hundirse en el infierno y tem–
blando de pres a cabeza por los gravísimos pecados con que
habían ofendido a Dios. Vió también en el fondo innumera–
bles dragones, osos y otras :fieras de diversas especies, que ,
agitando sus colas, amenaza;ban arrebatar a aquellos dos hom_
bres; debajo de ellos
UI).OS
verdugos .se dispop.ían, punzándo-
665
,