ZACARIAS MONJE ORTIZ
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dos de la urbe, y de este modo
l.ansaturado de es–
tupidez desbarataron g;ran parte de las fjnalidades
que obtuvieron por el agua, y se Pntregaron al des- .
tino, ciegamente.
Gravísimo error y mal gas lamiento de eilet·–
gías que nO. han correspondido a
~ente
tan ac tiva
y patriota como la de Tupaki l<atari, ni a las cir–
cunstancias correlativas a la captura
del~ gl·an
agi–
tador de tipo incásico o quichua , el
Tup~kj
Amaru,
quien, después de procesos
:·
sent encia, violenta–
mente, fué inmolado al mismo tkrnpo que su es–
posa en la antig\).a capital d el irPperio quichuista,
Cuzco.
Un golpe en la cabeza, dacto ·con excelente
puntería, no tuvo complemento con la maniatadu- .
ra del adversario aturdido.
~'J
parece si no que el
estado mayor de Katari
hubie~e
entrado de impro–
viso en la inGonscieocia más inadf'c.nada a la bYe–
na dirección de la guerra, por nkchól o desmora–
lización. En cuanto a lo segundo, que es lo más
probable, haY. una
circuns tanf'i~
qu e no· es para -
desperdiciada : la de ignorar<>e, en forma 9ficial,
cuándo
y
cómo se hab r á producido la ejecuct<)n
de doña Bartolina, Virreyna de le" aymaráes.
Si Tupakj Ka tari, s upo qn<"
'HI
esposa sufrió
la pena capital antes del 12 de oct ubre, es posible
que haya preparado el arrasamiento completo de
la ci udad sitiada, por agua, como acto d e vengan–
za condigna de la ferocidad española. Esta supo–
sición, que es ta l a falta de informaciones concre–
tas y responsables, s in embargo, no justifica la fal–
ta de aeabado a ese golpe
y
q ue tanto extrañamos.
También pudi er a que al seF inundada La Paz, p or
obra del púnico que ocasionaría el hecho, habrán
desafiado los peligros de accccar se al enemigo y