ZACARIAS MONJE ORTIZ
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cwn. Con todo, nos prueba el suceso que la estra–
tegia nativa no se andaba por las ramas
nj
cedía
en sus exigencias ante los privados devaneos del
caudillo Katari, cuya in tegrirlad, ror plena
con–
vicción consciencia! de sus
responsabil~dades,
le
perm~tían
seguir con mano férrea el sitio e inten–
tar toda forma posible de darle último - asalto a ,
La Paz, sin perjuicio de hacer f·omulgar adobes a
los peninsulares o de repetir sus \!estiones de res–
cate de la libertad de su consorte.
Los que vieron la inundación que a las once
de la mañana del
31
de enero ele
1.935,
se repitió
en la misma ciudad, y por obra,
aparentemente,
de haber reven,tado n,na represa de
campamento
minero por Chacaltay a o Milluni, deben recordar
lo bravo del percance
y
la potencia del ruido pro–
ducido por el empuje destrutlor del agua soltada
de improviso en millones de veces superior volú–
men, y al recm·darlo, consideren lo que habrá si–
do como pánic.o y
desespe1~ación
eso mismo o más
grave todavía, entonces, a las once de la noche,
en un vecindario diez veces menor, que, para pos–
tres, sufría el asedio de un enemigo crecido.
No se puede disimular un hecho, a este r es–
pecto: y es el de estar los sitiadores
en observa–
ción atenta y cons tante del terreno para el obj eto
de sacarle las mayot·es
venlaj::~s
militares,
y
que la
inundación la habría aconsejado cualquier gene–
ral europeo que se preciase de estratego inteligen–
te, en
1.781
como en
1.935,
con
1 ~
añadidura de
que el problema es siempre actual para La Paz..•
Al lnomento en que la riada de entonces, ha–
bía dejado de ser un peligro, dP.spués de una hora
íntegra de violencia y estruendo, ]os españoles no
pudieron haber estado mayormenle abatidos. La