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SUCASUCA MALLCU
inundación áunque fracasada amargó mucho a to–
da la población, y sólo el temor a un cruento final,
siemp1:e próximo, hizo que se mantuviese imper–
tér.rita y serena, hasta el extre¡no de que sus solda–
dos y vecinos salieron a las playa5 al tradicional
rebusque de pepitas de oro que, por arrastre, hu–
biese tra!fto el río, y algunos efectos como made–
ros, troncos, etc., que el desborde hubiese bajado
y perdido. Claro que este exceso
rlé
desaprensi o–
nes .lo aprovecharon los sitiadores para hacer al–
gunas bajas : prisioneros, muertos. heridos.
La hazaña fué efectiva en lo psicológico. Ha
sido un golpe de impresión que rebajó eñ muchos
puntos la moral flaqueante de los espaí1oles . [le–
ro
Tup al~j
lhtari, no dió el acabado verfecto a la
realización de su magno prOJ.?ósHo y malogró una
posibilidad de capturar a La Paz, tropa y j efes,
en pocas horas.
Debe considerar;se, al respecto, que Segurola,
a los cuatro días de e$le siniestro, declara p aladi–
na y expresamen te que las provisiones para la tro–
pa en la ciudad sólo podían alcanzar hasta el 21
de octubre. No dice nada del desesperante es tado
de misei·ia fisiológica en q ue· estaban los no com–
batientes mestizos y las privaciones que sufrían los
criollos (le menor cuan tía. ¿Entonces, si sobre un
enemigo en tales circunstancias de fnlta de recur–
sos, se descarga un castigo de aquella magnitud,
por qué dejar las cosas sin
asi~narse
los frutos
seh1brados por' descbncierto en el adversario,
y
caer encima de éste antes de que
:;~lcanzal-a
a re–
ponerse no de los daños, sino
1le
la sola sorpresa
de la inundación? Los sitiadores hicieron todo lo
contrario. El 13 de octubre, como aconsejados por
los españoles, se mantuviero n tranquilos y aleja-