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el
sacrificio
de
C"éihuide
(
1
l
y
las
n1a
tan zas horri–
bles de sus
hcrrnanos.
El indio
odinba
al
español
por q
ne lo
C()nsidcraLa el usurµador
de sus
tierras,
el verdngo de su raza .
.
\'erdHd es que
la labor
t
vangélica
de1
n1isionero
que
luchaba
hasta derramar su sangre
y
ofrendar
ge
a
ero so su vid a por
pred
ic:-t r a
Cri~;
LO
por inculcar
en el corazon
rlel
~al
vaje la doct1 ina y 1a moral
del
e
rucificado, había
]o
grado, en
110111
ure de la cari ..
dad
cristiana, congelar en
ln.s
venas la
sangre que
ardía,
clamando venganza
y
desviar el
brazo
qne
lazaba
la
honda y
disparaba Ja flecha
envenenada,
pero no
hahía
podido conc1u1r por con1p]eto· extir–
pando de raíz los
gérn1c11
~~de
ódio
y
de venganza.
Pero las apariciones del
Señor'
de }Ju anca a
dos
razas
enen1ig.as,fué,
corno
el
iris de paz que se
dibuja en el
horizonte,
después del aluvión furioso
y
del
récio
venda
va],
fueron con10
el punto
final
a ]
as d
iscencion~s
de fa
111
ilia,
co1po
el
a
brazo de
reconciliación
de dos
hern1anos después
de una
con tienda.
Es cqsa hern1osa, digna de verse
y
escucharse,
durnnte Jos días de
la
Novena de Setiernbre, esa
union ínt1ma de razas, a
los
pies de la
I~oca
del
111ilagro,
unidas
,por
una
n1isn1a
fé
y
un
1nisn10
an1or
que aclan1an
en espafiol. en quechua
y
en
ain1a rá al
milagroso
Señor
elevandole
can tos
y
plegarias,
lágrirnas
y
suspiros,
abriénrlo1a
de par
en par las puertas <le sus corazones lacerados
y
haciéndole, a gritos, confidente de sus penas.
A11i
a
]as
plantas del
S cño1·
de I-Iuanca to d os
1
son ig-ua1es.
(~in1e
el pobre al lado del rico que h ..
t–
ce al
Señor depositario
de
su
infortunio.
Jun t o
al
nino que deposita las
prin1 .icias
de su arnor an t e la
sagrada
in1agen, solloza el anciano de cabeza enea-
--.Q.,.--
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St'i:?,'ÚD 101-11
últimos
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