vive extasíado ante la conten1plación del "'enjamº
hre
roco~o
que forn1a la corte del
Pachatusan,
n1e–
rece un especial recuerdo, por ser el puebl'o, pode-
1nos así llan1arlo, favorecido por fJios con las apa–
riciones de H nanea. En él se alojó D. Pedro Vale–
ro la noche antes de la cuarta aparición.
San
Salvador,
no tiene nada que n1erezca una
. especial visita, pero es un pueblo orgulloso de sus
tradiciones
y
le_rrendas
y
cuyo origen se pierde en
los albores del tien1po de la conquista. Es formado
en su tnayoría de indiosque llevan una vida lángui–
da
y monótona, sin
111·ás
riqueza que sus n1aizales en
la
,orilla dtl r1o
y
la crianza d-e ovejas en las laderas
cle sus cerros. Gr'an parte de sus habitantes se
de=
dican al negocio del res<·a te que llan1an, es decir,
se
internan en los valles, llevando productos de la sie–
rra, que cambian por las ricas producciones de la
1nontaña.
.:\
casi un kilómetro
de.
San Sal-varlor,
empieza
la
sn
bid a
de
la
carretera aun
to111ovi
lísti ca
al San–
tuario-, recienten1ente constrnida
y
qu e abandona el
· ea111ino reztl de
Calca
en busca del penón solitario
de
lluanca.
·
A las
9
de la
mañana,
puede
pues
el viajero,
<les.pué~
de un recorrido tranquilo, postrarse .an–
te la roca de las apariciones
y
contemplar de fren–
te la in1ágcn divina de. Aquel que siendo
Dios
se
hizo Ho1nb1·e por,an1or a los hornbres.
Al visitar al rededor del Santuario, la vista <iel
viajero d€scu bre n ucvos
y
herniosos panoramas
que sirven para elevar a IJios e] espíritu
y
exc]a.
1nar .con el
Rey
de Jos
saln1os:
Dó111i11e,
Domjnus–
noster,
quél111
adn1irá.bile
est
nomen
t11u 111
in uni–
versa
terrél:
Señor Dios nnestro, cuá.n admirable
es vuestro non1bre en toda la redondez del orbe.
Ante
todo , Ja vista se extasía en la conten1pla–
cion de la quebrada de
C'nlca,
y el enorn1e serpen–
t~o
del .
··vilcanota
hasta
verlo perdG?rse entre los