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Nosotros
hen1os
preguntado a los viejos
indios
<le
Sa11
Sah.'ador,
cuál
sería
el itinerario
seguido
por
Valero
en
su ascención,
y
casi
todos
nos
han
dicho
que
el cainino
más
conocido era el
que va
por
¿4nccm.cbihua,
pasa por la .altura de las ,callam–
pas,
Pacopata,
continua
por
Achupall<1yoc,
aglo-
111eración
de
teirrios
)r
sigue por
Rockecancha,
can ..
cha de espinos
y
por
Cconcha_voc, ,; hongos
(1). ·
No hace mucho, nosotros,
para
conocer los
sitios visitados
por
V
alero,
subimos
ta
111
bién al
Pachatusa11,
pero
en1pezando
nuestro viaje
por
donde él
descendió:
es
decir por
Occoruro,
(~'haupi
Monte, Samanay"oc, IIua;'racpuncu
y
Attas.
.
Nunca
podretnos olvida /'
las
impresiones
reci~
bidas en tan hermosa escursión.
Era una
mañana
fría
del
mes
de Dicien1bre.
Sin rnás co1npañía que la del H. Antonio de San
I)edro, uno de nuestros primeros compañeros del
Santuario
y
de
un
indio que nos servía de
guia
ernpeza111os nuestro
viaje.
Poco a poco, a medida que
~ubiamos
buscan ..
do el abra de
Attas,
el panorama qtte se extendía
ante
nuestra vista era cada vez n1ás árn
p1io
n1ás
hern1oso.
El
Vilcanota,
al fodo de
la
quebradaf
dejaba
de ser el caudaloso
lfuilca-.1..-Unyo,
para
convertirse en una angosta cinta de plata
serpen–
'teando por
entre
e1
verdor
de sus orillas.
A lo le·
jos los caserios de
Uchurnllca
y de
Vilcé:1r:
el pue ..
blo
de
San Salvarfor,
setnejando
con
la rectitud
de
sus calles, un tablero de damas
y
Occoruro,
mirán.
danos de
frente,
desd e
la
soledad
sal
\Taje
de
sus
oscuros roquedales.
Y en
1nedio
de
toda este
belleza,
como un nido
de dormidas palo1nas , el viejo Santuario de rojizo
techado
y
p a redes bla nqued
:i s
eón cal, nos parecía
una plegaria
suspendida
entre el
ci~lo
y
la
tierra,
(l]
Conoeenise
Ios s1tio.s
hoy
día con
los
mismos nombres,