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misn10 daba en
~aquella
lóbrega noche, a
las 10
de la mañana,
seguir
su
h1en·lo
que
bajar. Las
nu–
bes volaban al
alcance
de
nuestra
n1ano, en
algu–
nos
n1on1entos
1nás
tenues
y
trasparente
y
en
.otros negras
y
espesas, como una
desolación
que
lacerara un
espíritu
enfer1no.
Dimos
la orden
<le seguir
aoelante
y
entonces ~
como
vencidas por nuestra
tenacidad, fueron
ale- '
jándose poco a poco,
y
apareció muy cerca, la ca ..
be
za del 1nonstruo de los Andes,
cc11no
sacudiendo
la
1nele.naque comenzó a brillar con los rayos de
un
espléndido
sol.
Med1a hora nJas de
marcha
y
estábamos al
pié
de la mole gigantesca con tanta
razón llamada, el que sostiene el mundo o puntal
del
cielo con10 quieren otros.
Estábamos
por de–
cirlo así,
en
los orígenes <le
I-Iuanea,
leyen<lo en la
dureza de la granítica
roca,
la
fé
de
bautisn10
·del
glorioso
Santuario.
Est~tbamos
satisfechos en
una de las más
grandes
aspiraciones
de nues tra
aln1a:
lleg·ar al soberbio
P
dchatusa11.
Eran la 12
y
1/2
del día.
Salve
subli1ne
n1ole
que sostienes
el
111undo
Salve peñón
sagrado de
una raza sin
par
'"fu Y, senti s te del Inca el larnento profundo
Tú has
sentido
del puma su arnargo sollozar.
El cóndor tejió el nido en tus
cun1bres
agrestes
El
taruca a tn
son1bra apacible
vivió
Y el que nació
arrogante
de lo s rayos celestes
Cotno pasan
los
siglos sonriente conten1plo.
Yo
jamás
he sentido las fuertes etnociones
Con10 cuando
a tu cn111bre
jadeante llegué
Ni e! I_¿íbano, ni el IIern1ón,
n1e
dieron impresiones
Que en1pinándome en ellos los cielos escalé.
Y
desfila la
Ilistoria
por
la
v-erde
quebrada
Manco Ccapac primero,
Huaina
Ccapac d
~s pués