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I
l~
-
tuo~a
suhli111idad,
que
pareee que en1pinándonos
sobre los abruptos roquedales que coronan sus
cre~tas,
pudiérarnos alcanzar
con la
mano
el
azul
<le
los cielos.
e
uando por ]as tna fía
11
as e1 so1 dora las
sierras
tajadas que pArecen filetes de una blonda de
nubes
blancas
qne
cortara en lontananza
el
horizonte
ll~-
110 de n1isterios,
el
Santuario nos sen1«?ja una
ple-
. g
a
ria que
se e
1
e
va a
Di
os,
1Ú1
a
p
1
e
g
a
ria
heeh
a
con tajadurasdealmas,con corazones martillados?
con espíritus triturndos
eri el
111ortero de
un
inn1en ..
so dolor; una plegaria qne
sale
de los labios en–
fermos de una socieda<l
que
agoniza
y
que repite
el
Don1i11e, si tu vis potes
n1c
mundare,
f
l]
del
le–
proso
del
Evangelio:
si
tu
quieres,
Señor, puedes
sanarn1e; que corre hecha lágri1nas de los ojos ce–
rrados rle una civilzación que no
ve y
que clan1a
c0n
el
ciego de
Jericó,
Do111 ine, ut ridea
111
[2
J,
Se–
ñor,
haz que vea; que con10 grito angustiado
a
1
borde del abisn10 sale hecha ge1nido
de lo
n1ás
hon–
do
del
pecho
de los
nuevos pescadores
del
Geneza ..
ret
h,
Du1nine, sa
Ir
a nos perin1us [:-{],
sálvanos
1
Se.
ñor, qne perecemos;
y
que como nota queju1nhro–
sa en
un
registro de an1argura sin fin solloza jun–
to a
la
tun1l>a <le
l~etania:
Do111i11e, ja111
fetet,
qu.a–
trirlunnus est
[
4·];
Jesús,
ya
hieden,
los corazones
están n1uertos porque se
han alejado
de
T-1~
Y
cuan
rt
o a
1
111
ed
i
o día ,
el astro re
y,
co
111
o un
a
inn1ensa
anreola de fuego, corona
majestuoso
los
cenicientos tejados del
Santuario y
la
torre
din1i–
nuta parece que se derritiera en
fuerza
de los besos
del
sol
y
las rojas
floraciones
de
los
gigantes pisa–
n aes,
1
os únicos testigo
s.
de
1
os sus p
1
ros de tres
ge.
neraciones que han subido hasta aquí a depositar
l1) Mateo-Vf rT-2.
12) Lurns-X
VIIl-4L
í
H) Lucns-VTII-24.
[4:
Juan--Xl-3~.
•
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11