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r
los; nos parece que
hay
algo de su n1irada, que cal-
1na torlns
las afticciones del
espíritu,
en cada
ra–
yito de
la
luna;
que
hay
una nota
de
su
voz en ca·
da
beso de la
brisa,
en las y-:rbas floridas,
en
cada
palabra
que cbce
el
agua
en
su
pasar,
algo de
esa
voz que caltnaba
te1n
pes
tades del
Genezareth,
111
u
l–
tiplicaba los panes en el desierto para ca1tnar
el
hambre de
cinco
n1il
ho1nbres,
sin
contar las
n1uje–
re
s
n
i
1
os n
i
ñ
os,
q
ne hae
í
a
' 'e r e1so1 a 1os e
i
egos,
desataba Ja lengua de
los
111udos
y
sacaba a
los
inuertos de
la
tu1nba: nos
parece
que
en
el
an1-
biente
de
!a
noche
silenc1osa
fiotaun
pedazo
de su
altna toda
paz,
todo
an1or (
1
).
I~n
pocas
partes
de
nuestro largo caminar, he-
111os
sentido
las
e111ociones
que
nuestra
al111a
ha
gustado
junto a
la Roca de 1-Iuanca.
Las 1nayores i111presiones que hernos sentido en
n u es
t
r a vida , fu ero n en la I<o
n1
a eterna, [ 2] a 1
oír
el cla1noreo ensordecedor oe
todas las
razas
de la
tierra,
que al unísono confesaban un
misn10
Credo,
en sus
diferentes
lenguajes, acla111ando al Vicario
Je Cristo;
y
en la quietud
inisteriosa
de Pa ray-le
l\1onia1,
j
u n to a a q u e
1
sagrario
q u e se a
b
r
i
e r n
1·11a
noche para quejarse a
Margarita l\1aría
de
]a ingratitud con qtte
se
pagaba a aquel Coraz6n
que tanto
había
a111ado a los
ho1nbres:
Ici Notrc
Seig·11eur re·ve/a son
Coeur
él
Sainte
111
nrgherittc
Marie (
3): pero al
llegar a
.Fiuanca
y
al ver es–
tan1
pada en la peña vivn
la I1nagen del
Sal–
vador, desnudo
y
inanando
sangre en fuerza de
J
os azo
tes, a 1 lcid o de la eo 1
u
111
n
a en que e, n
pez
ó
a
borrarse la
condena~i<)n
de Ja
hun1anidad,
con
- a
que
11
a mirad a que
tiene e1
eco de u na
e
a
n1
pan a
del e
i
e
1
o q ne lla
n1
?~
r a al eo
razón,
y
1
a
f
res<' u r a de
(1}
Ni11g'ún
vi .
,itaute
al Rantnario
tfo!>P
<lej:::i.i·
rle
contemplarlo
a la
h.orn,
del
tr:1monto
desde la
P:(tl'emidad
de Occuri1ro.
(2)
f~l
Año
Santo de
192fi.
f
iJ]
Tn8cri pci6n que
se
lee en la puerta de la
capilla
del S
do.
~oraz6
en 'Puray-le-Monial.