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-113-

el

fardo

de sus peb-1as, semejan

11

u

\'ia

ele

sangre,

de

regeneración

y

perdón, entonces el Santuario nos

p'arece el cráter de un ,·olcán de amor qne quisiera

inn 'ndar

la

tierra con sus en1anaciones de miseri–

cordia

y

de bondad; que pretendiera fundir la

hu-

1nanidad entera

para

hacerla un solo corazón y un

solo pensar; nos se1neja

un

Sinaí donde un legisla–

dor, desde una roca sanguinolenta, diera a

los

hombres sus

ley~s,

no de tÚaldición

y

castigo, sino

de n1ansedun1bre

l''

de

hu111ildad.

·En

cambio en los apacibles atardeceres, cuan–

do el sol se va de nuestras tierras

y

da su

últi111a

n1

ira

da

a

1

os cerros de piedra

y

a

los ca in pos en

tior; cuando desciende de los inontes

el

blanco

tro–

pel de los corderitos que llenan las hondonadRs

de 1nisticisn10 con las notas de sus plegarias,

he

chas canto de grat;tud hácia Dios;

y

!as avecitas

uscan parleras el nido en lo 1nás en111arañado de

Jos

charan1uscales o en la copa empinada de los

molles

o

en las

ran1as

frondosas

de

los chachaco-

111os floridos;

y

las palo1nas buscan calor bajo

el

alero del te111plo

y

el

aire se satura con el aroma

suave de ]as azucenas silvestres

y

de los retan1os

de oro,

y

ernpieza la quebrada a dorn1irse en

bra.

zos de las prirneras so1nlJras

que

suben por las

la–

deras

y

caen en las quebradas

en

vol viendo

la

na–

tural~za

toda en un 1nanto de tinieblas: entonces

el Santuario, con el tañido de su can1pana que ha–

ce arrodillarse a los indios en 111ed io de los triga–

les para orar, bañado,

d

u lee in ente por la pa Jidez

de los rayos

de la

señora

de

la noche, nos

da

la sen–

sación de los

catnpos

de Galilea,

ca111

pos llenos

de espigas,

can1pos en que tnadura la

viña

del Señor,

[1].

y

creen1os sentir el andar reposado del M aest1·0,

rodeado

de

la caravana amo1osa de sus discípu-

[

Soneto\.,. Luis Felipe Contartlo.