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ta en demasia el verde de la
P'--ta;
n.
tmo pala–
br~
dicen de usted que es muy
rico,
y
se aJegron
de ello, pero tachanle de pr6digo
y
le censuran..
Francamente,
pi.en.soque estos criticos tienen
rozo~
y
aun creo haber sido uno de ellos en nuestnJS ter–
tulias 1ntimas. Esto de tacharlo a uno de
ri.coo
exuberante, me parece agradable tacha.
Con echar llave al tesoro o to-mar la pooadera a
tiempo, asunto conclutdo.
Tendencia propia de
qui.enno acierta a dar un
paso sin ayuda ajena, es la de bu.scar a cada uno de
nuestros escritores
Stt
maestro allende el oceano. A
usted, como a todos, le han buscado su hom6nimo o
congbiere, pero no
hmf,
dado
.
con el, f elizmente,
aunque he oido enumerar, a prop6sito del estilo
Y.
tendencias de las obras de Nste'd, cuanto escritor
y,
escritorzuelo escribe actualmente en idionia extran–
jero (eso
st,
no ha de ser en caste/Jana), especial–
-mente en franci.s.
En cuanto a este punto, pienso que las te1tdencias
y
estuo de usted son propios, personqltsimos, pero
si mucho me apuran las buscadores de modelos, pro–
nunciare, no sin vacilaciones, solo dos n<nnbres: La–
martine
y
Mistral.
Tiene usted, como Lamartine {sin
que
esto su–
ponga comparaci6n con el 'Viejo maestro),
am.ora
las blandicias del
bu.endecir, cariiio por la frase
perfumada en mosqueta silvestre, banada
tm
el agua
de las torr.entes;
y
si no las suprema.s energfos, un
tanto artificiales, de
Los
GIRONDINOS,
cierto rumor
de despeii.adero andino, cierto rebotar de penasco en
la falta
~anft.ica.
Lamcwtine, par otra parte, era un
pensador a su mado,
y
usted lo es tambien,
aunqu e
mas sincero,
qui.eaporque actUa
m
fim
media me-