I
CUA.OROS DE LA MONTA:f:tA
nll$Calldo reposo, despues de rudas fatigas, d6
esas que rinden el cuerpo
y
envenenan
el alma,
quise vtsitar las montafias de
mi
tierra natal,
ya
para renovar impresiones apenas esbozadas en -un
libro,
ya
para refrescar mi espiritu en presencia de
los parajes donde transcurri6
mi
primedad edad.
Los recuerdos de infancia,
y
la poesfa de las re–
giones de portentosa belleza donde un tiempo se
alz6 el hogar de mis mayores, eran la fuente de
los consueloc; que yo .anhelaba, en mcdio de esas
lucl_ias que solo la historia describe
y
analiza,
y
en
las cuales cada uno derrama, cuando no la sangre
de sus venas esa otra : sangre invisible que filtra
en
el
coraz6n, de heridas mas ' hondas
y
dolorosas,
abiertas por las inju.c;ticias de las hombres, los des–
encantos de1 patriotismo inexperto
y
las infidencias
de las amistades prematuras.
Para eso,
y
para rendir este nuevo tnouto
al
pueblo en que he nacido, pidiendo a la literatura
patria on rinc6n humilde para estas
paginas
en que
quiero ,reflejar su naturaleza
y
sus sencillas costum–
bres, emprendi con algunos amigos, en Marzo de
189<>,
un viaje al interior de la Sierra de Velazco.
Esta
anuncia ya con sus picos atrevidos, donde