JOAQUIN V. GONZALEZ
alejar tentaciones pecaminosas, del batalloncito es–
colar vestido de azul
y
blanco,
QUE PARECIA UNA
BANDERA DESPLEGADA,
cantando el
HrMNO
bajo el
sol Mayo, que surge de la sierra Velazco
y
arroja
al Falmtltitna diadema digna de su frente; de entre·
tenernos con· la chaya o carnaval riojano; con ef
e:r:odo de todo un piieblo en busca de alganoba,
charque de guanaco
y
plumas de avestruz:
y
de
bo–
rrar hasta
la
posibiNdad det idilio, describiendo con
·vigoroso realismo borracheras inauditas entre
in-
dios degenerados
y
mestizos peores.
Empero,
ni
tantos
ni
tan o>iginales "'cuadros,
n,i
la
pinturn del Famatina, donde usted derrocha en for·
mas, colores
y
luces cuanto la imaginaci6n contibl!"
y
soporta la mirada, ni las escenas de la nieve en
la aldea con el detalle de
lo'f
niiios
y
las aves entu–
mecidas,
ni
las C1.£entos de mama Leonila
'V
SU
mi–
tologfa de
la
montana,
ni
la
leyeri.dadel c;espln,
ni
la delicada flor-del-aire,
h.andejado en
mi
esplritu
la profunda impr-esi6n del capitulo
XIX: E.
C6N.–
DOR.
Hacer del bititre de los Andes el sfmbolo de
fa
patria no es imaginar nada 1mevo para el arte ame–
ricano; pero hacerlo come usted
lo
ha hecho, con
inspiraci6n tan potente, con sentimiento tan
entra~
iiable, con -:an soberbia
y
trascendental grandeza,
es
crear definitivamente aquello
qt.ieotros esbozaron,
incluso
el
mismo Andrade
en
su
Nrno
DE
C6NDORES~
Solen-me, aspero a veces,
com~
lo voz de las anti–
guos profetas,
ka ref'<.
·:.ibado
en mi
alma ese mag–
nlfico canto, a
tie'
'f' O
y
con habilidad artlstica aca–
llado cua11,do el sf:mboto deja de ser tal para tro–
carse en
el
bidtre carnicero, harto de sang-re
y en–
tmnas,
y
bafa a ser realidad repugnante el que
ful·