MIS :U:ONTARAS
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(lo
de escritor va por mi cuenta), me pongo de pie–
y
me saco el sombrero para saludar
en
Mis
MOJS"TA–
NAS
el advenimiento de los Andes a la literatura pa–
tria.
1Salud
al
Famatina
y
al Aconcagua! iBienvenid<J
sea la musa montaiiesa a hacerse conocer de los por–
teiios, a caer en brazos de su hermana, la de las
Pampa.r, hija de Echeverrla
y
duena unica hasta
ahora del arte naciente en vuestra tierra! 1Qiie jo–
ven, que fresca, que hermosa es esa muchacha q1ie
La Rioja nos envla, un
tatitu
desgrenada, un tanto
salvaje, plet6rica de sangre juvenil, perfumada en
el azahar riojano
y
en
la
flor del aire de la Sierra
V e_lazco
!
/
0
sculo de amor
y
paz sellamos en tu
frente, morocha de nuestras montaiias, desconocida
aun, pero amada
y
presentida largo tiempo!
Como llevado de la mano
y
en tan graciosa com–
paiiia, he recorrido valles, altiplanicies, sel'l:as dan–
tescas, asperas quebradas, cimas
y
abismos': un con–
junto solemne, brm.1fo las
m.asveces, que pone alas
al espfritu
y
lo empuja al vuelo con tenacidad im–
periosa, gritandole siempre: jmas alto, mas alto,.
hasta las nieves eternas! Pero la majestad andinar
que arrebata los ojos
y
el alma en ascension glo–
riosa
y
doliente, no quita que alla, en un vallecita
oculto, un hilo de agua caiga sin ruido, baiiando
el
peiiasco inmediato, gire envolviendose a un trozo de
marmol, se desvane en hebras lucidas, se reuna
en peqneiio lago
y
repose entre aziicenas como los
cabritillos del Cantar de los Cantares.
Asi, gigantesca
y
ruda, sonriente
y
delicada, es
la naturaleza de los Andes,
'V
asi estci en el libro de
usted. Desde las primeras ·paginas se advierte un
sentimiento religioso, no precisamente mfstico, sin0>