d
JOAQUIN V.
GONZAl.EZy
Rosario, gozabame en la contemplaci6n de esos
cam pos admirables, ciibiertos de maiz en saz6n. que
hombres, mujeres y niiios cosechaban· en pintores–
cas cuadrillas; de esos trozos de pampa virgen, con
olor a trebol humedo, que pintan
)'
hermosean ga–
nados multicolores; de
la
audaz chimenea de las
fabricas qtu arroja cerca de las ti1:ibes blancas
ct
hunio
negro del carbon de piedra; de mi Parana
q11erido, del rfo de las graciosas curvas y sorpren–
dentes majesta.des, asomandose riente y azul por las
quebradas, removido a trechos por las naves de va–
por, co·nductoras de mtestros fnitos, de los trigos
de Santa Fe, y Entre Rios, de las maderas de C<>–
.-rientes, del Chaco y Misiones
y
llevando a la vez
en el manso raudal, como con cari1io paterno, la ca–
noa del
ISLERo,
repleta de leiia para nuestros ho–
gares, y sobre la leiia brillando al sol, el hacha fuer–
te y limpia del trabajo honrado.
En tal estado de animo y con tal copia de
ima–
genes risu.eiias,
q1.teson liermosas realidades, antes
de prestar atenci6n a cosa alguna que pudiera afear–
las o .rnprimirlas, me he engolfado en las monta–
nas de usted, que no por sit)•as dejan a la vez de
ser muy mias, como argentinas, y de las cuales no
pienso cederle una sola piedra sin que a11tes me
reconozca el con.dominio )' el perfecta derecho qiu
tengo para amarlas como usted las ama.
De- que usted haya llmncido
Mrs
MONTANAS
a las
nuestras, tendria yo grandfsimos celos si no fuera
cierta consideraci6n que no puedo honradamente
ocultar y debo decir con llaneza. La propiedad ar–
tistica de la cordillera argentina pertenece a usted
de hoy para siem/>re, como la de la llanura al poeta
de
LA CAUTJVA.
Asi, pues, como escritor nacional