JOAQUIN V. GONZALEZ
.se'1iej~nte
a aque! que embarga potencias
y
sentido
t
.al penetrar al templo donde balbucimos la primffa
.ora.ci6n al lad.a de nuestra madre;
y
es que el sen–
itimiento de la naturaleza no se revela en
Mis
MON–
TANAS
s6'lo por el empeiio de hacer visible el color,
la linea o las
f
en6menos naturales, como acontecc•
en Humboldt, Saint-Pierre, Wordsworth y Gutie–
.rrez Gonzalez, sino mas bien a la manera de Cha–
teaubriand
eti
las mejores paginas de
EL GENTO DEL
CRJSTIANISMO
y
de Longfellow en la
EvANGELTNA.
Par cierta beatitud visible en sus obras. diria
'\'fJ
de usted si no conociera su origen, .que algo de los
/mritanos circula por su sangre, o par lo meno.t, que
esa especie de pantefsmo qite raya en lo mlstico,
nada tiene que ver con Parmcnides
y
uen6n de Elea
ni menos con Spinosa,
y
si
nu.icho con los pocos
ar~
-tistas que han sentido a America hondamente
'\'
de–
.;Mose arrebatar par st' hermosura.
Debe notarse, ademas, que la pasi6n por la natu–
.-aleza que circund6 su cuna, no es solo religiosa,
sino tambien elegfoca. Fuera de que es propio de
los grandes paisajes cierta melancolfa inefable, hay
.en usted causas personaUsimas para que esa nota
s1~.ene
en su obra con singular intensidad. Bastaria
<leer el capftulo VI,
EL HuAco,
para explicarse la
.termtra, la tristeza,
.'.)'
hasta el sollozo comprimido
y
pr6ximo a estallar en algunos pasajes de
Mrs
MONTANAS.
Par mi parte confieso que pocos trozos
iiterarios me han impresionado tanto como
EL HUA·
co.
Ese hogar desolado, batido par el caudillaje, sfo
mas defensa que los brazos
COMO GAJOS DE
ALGA.·
'RROBO
de un negro anciano, las rezos de la familia
en la capilla paterna a
la
l11z de un candiJ
y
las 16-
grimas de una santa madre, es la sintesis de una