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La muchacha se desploma, presa de convulsiones.

Y en ese cuerpo inerme y convulso, fne ' la tarqui–

nada zorresca, el atropello brutal.

Era Paquito.

El ocaso ensangra las charcas de la quebrada, y po–

ne incendios tras la ramada de los oscuros alizos.

I

nvadH

la sombra, como condolida

y

discreta.

Las 'tórt¿las r::>mpen e1; su ulular elogíaco.

María Nube despierta.

Sus bellos ojos se desmesuran, opacados de larvas.

Y descuartiza su boca v,irgen la risotada vesánica.

María Nube

e~taba

loca.

*

*

*

Un~

mujer vestida de blanco (se había María Nube

vestid-o el hábito que guardaba para el pi:oyectado mon–

jfo,)

sigue, de loma en Joi;na, el g iro de l,G\s nubes.

· Soy una nube, dice, y viajo a las comarcas de se–

q.uía,

Y sigue, oomo. rer.ita.udo uo

tro.zo

que había i¡eten,i–

do,

~111

'la,

memoria

d~

lilna noven

a a la

Virgen de la Nu-

be, com

wuesta p

qr el Cura del j¡>Ueblo.

.

Yo

lle.vo

en mi seno la lluvia bendita que perfuma

los camp

os de

fragancias de pan.

Yo soy la

l.lu

via bendita que hincha de jugo be–

néfico l¡i, hierba medicinal.

Yo soy la. nube que colma de agua sana la fuen–

tecilla de cerca del hogar.