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En la plaza. panoquial los hombres estaban
~· a .
Co1i po11C'ho blauco de fina macana, humeando en la bo–
<'.a
ol
grosero
cha.qua,
ch arlaban
Jos
cha.sos,
divididos en
corros. Y precisamente . e murmuraba de la par eja de
Lcrmanos: "¿Vendrían a los Ejercicios?"....
Y en el templo, repleta la nave, era éomo caj a de
reso uancia , que reforzaba la compungida plegaria, para
elevar la robu ta., di stinta , irrecm:able, a las alturas de
Dios. En ef'a
plega.ria se alzaba, de prefereucia, la prez
impetratoria por los hermanos incéstuosos. "Oremos, ore–
mos, cri sti anos, por lo· graqdes escáudalos" decía emo–
cionado el misionero.
Ocho 'fas d · ron las misiones. El pueblo volvía
a Dios con el ol aclo ele Manresa, uya disciplina es–
piritual se seguí·.. La
Y
ida toda del pueblo habíase con–
.densado e11,,.e111a ac it U(;l: estar de rodillas.
En l horas de bochomo def día, en la nave som-
brosa, y ante el retablo el e la Virgen del Desamparo, un
grupo de v iejas entonaba con la doble unción de la
creencia campesina y el aguijón de los propios dolor es
de la vida, la loanza por excelencia popular de la Ma–
dre Adolorida. Los h ermosos v er sos de Julio Matovell e,
dignos de la confraternidad litúrgica del Stabat
y
de lo
suaves himnos de Ademar de Monteil:
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Salve Dolorosa
y Afligida Madre,
sailve, t us dolores
a todos nos salven.