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-.J.5-

molaban, a la vista de todo:, en la percha del corredor.

Era lo vitando.. .. ¡Un ince to en el pueblo!

Y en vano el buen párrow, alarma<lí.'imo,

llamó

uno a uno a los dos, y les hab ló en seereto de abando–

nar la abomiuable vida; en vano el Teniente Político

amenazó al mozo con las

i la::; de Galápagos; en vano

venerables lugareños negaban el saludo a

los amante

inconcebib les. A la just:i, indigna0ión de

todos respon–

dieron, al vrincipio, con la uegac;i611, que respeta., luego

con

la vergüenza, c¡ue call a, despué con la osadía, que

·a.tropella y r eta.

.

Y los domingos, por entre el pueblo r eunido que

esperab a en la plaza parroquial

la misa de doce, éllos

pasaban muy ergl'liao

lil

la ciudad· y sí topaban con el

Cura, p asaoa11

~in

sal darlo,

lo cual era poner la nota

más alta de rebeldía-.

Lo

que es

mi

no habían vuelto más.

Y

el pálTOü

O sufría en el alma, porque era un sa–

cerdote

enemi.go

de vio lencias y de imposiciones. Y se

li–

mitaba

a esperar

. •'¡Quizá, quizá en tiempo de las misio–

nes se conviertan !" ...

* *

Y las m1s10nes

llegaron.

A las ciuco de la

tarde era el

a1.,ar eamie11to de

cerrar

las puertas de las casucas, de rebuj ar se las mu–

jer es con afarolamiento, y de correr al templo. Hub iese

sido desa. tro o

llegar tarde.