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mezclaba el
débil chillido de los cuyes, que se achicha–
rraban. Los animales de dehe a fueron macheteados,
y
se pegó también
fuego a lo
sembradío .
Y ro onando
Ja quipa, como una apocalíptiua cor–
neta de destrucción, se retiró la huelga .
P ero
el Cura, el
virt~p
o
ura, recriminó evangéli–
camente el hecho, y el pueb!o se apaciguó. La prote ta
general tomó otra vez la forma pa iva de murmuración .
Habían vencido nuevamente lo
dos
hermanos.
Y una vi eja leyenda, la del
Ga,qón,
circuló debo–
ca en boca.
En
la no he
lunada
se había oído llorar al
Ga–
gón.
Y
u
lloriqueo ao-ndo, insi tente, como vagido de
criatura mu
i
ua, alía de entre los matorrale , de
dtltrás de la ::s
ra
~qlllde
y de entre
las breñas.
Y aú.n
so
le
labí
visto, a Ja luz cle la luna.
En la 1
ead<
ar na de la qutlbrada el Gagón
y
su pareja,
omo dos
ooejillo
o dos
perros pf\queño
blanqui ímo , e peT::. O'Uían el uno al otro cabrioleando.
Eran los ·fanta ma deci
i
vamente vengadores del
crimen del incesto .
y
la
amena~aba
inminente de muerte
repentina para lo r o . O de su tran formación en ho tías.
En btra pareja de
Gagones.
'
·
Y aunque muy e curridizo, se podía coger al
ga.,qón,
y
marcarlo con una cruz negra, que luego aparecei·ia. en
la frente de lo. culpable · lo que no s había tratado llevar
a cabo, porque a todo el pueblo copstaba, esta vez, quie-.
no oran lo
incestur)
11
0
.
,...,
'
'
Los hermanos oyeron . la vieja con eja. Y
se rie-
ron de
' lla o adamante. Si
l Gagón aparecía, éllos
abrían
atraparlo,
y hacers
1
e de su fina piel un bolso
para guardar el harto dinAro
que tenían. Porque nq
le