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ses de admiración.
Y en efecto, lviaría Nube, con su esplénilida rahe–
llflra rubia
1
con sus ojos violetas, ;;ombreados por es pe–
>'as pe;>t.añas oscuras
1
r.011
sn color marfil--antigno
~'
sn:-;
delicados labios de casto J_Jincel, era bella hasta la e:-;tn–
pefacnión de propios
y
de extraños. Bella hasta produ–
cir una sensación estéti ca entre sus rudos comvueble–
rmos.
-Ah
1
si no fuese profanación, decía el joven sa–
eristán, al verla llegar para la. ceremonia de la ciuta de
las hijas de Ma,ría, dernchito la llevaría a colocar en el
ui cho de Nuestra Señora
Inmacula.da.Pero en l , ojos bajos de Maria Nube
1
como en u–
na égida de füil[a
~
;;e dobl aban todos los dardos. Era
ariscamente ]_Jura. " tenía ya descididos sus místieos des–
posorios en u . OILveoto de la ciudad.
Su gra;I e
'1.h.1.
ión era ve fa· e'l nábito blanco, que
t enía ya aderezado en el fondo de la mej or caja de su
casa
1
con los más nimios miramientos.
Paquito la miraba al pie del altar con toda la ten–
sión de sus ojos
1
sintiendo en sus nervios el d1 tlce bie–
nestar de la presencia amada
1
como una sabrosa insola–
ción primaveral.
Y reeordaba como comenzó a amarla. Era su con–
discípulo en la escuela mixta parroquial. Y alfombraba de
flor de retama el camino por donde élla debía pasar.
O
en el patio de la escuela, con la punta de un clavo, es–
cribía palabras de amor, hacia el sitio en que María N u–
be solía hacer su colación.
Al salir de la cer emonia, Paquito que había cursa–
do filatería, como peluquero que era, la abordó con el
más afiligranado r epertorio de su melosidad "peluqueril.