- 38-
- Eh,
señorita. Maria
~'nbe
¿cómo vamos .de amo–
rc,;' ..
¡;corazmwito!!.... si
pareces u11a mimú;jm.a
tarjetita,
]JOSial!. .. .
Pero María. Nube pasó de recto,
relampagueauclo
u1 s 11
frente un ceñ.o de türqueclacl. Y bajo la saya, de
fino merino azul, iban avanzando sus
des ü~llzos
piece<.: i–
t0s1 como un reguero de pétalos.
*
*
Paquito enfürm.ó de amor. Ciertamente de amor.
Se sentía laxo,
s
ntfa
frío;
:<,
echando a
w1
Jado
sus costeños barnice
íbase
a hacer encontradizo con
María Nube, ,metido en un poncho de bayeta del lugar.
Y, dejando a un lado su irreligio idad de mozo
rodao
por el gran mundo de Vinces y Zamborondón, con la
más ingenua
fe
natal, hacía celebrar misas a
todos
los
santos del cielo, por conseguir el amor de María Nube.
Y olvida.ndo, asimismo, su zopenco dialecto de mon–
tuvio l)Ostizo, en el lenguaje más corriente, imploraba a
la divina vestal campesina con los ruegos más humil<lo–
sos que le daba a entender su pasión.
Pero la inflexible wa.Jquiria no pasaba de la misma
respuesta:
-No me diga más, Don Franci co, no me diga
más; que, dentro de pocos días, perteneceré al Señor.
Y añadía con ingenua jactancia:
-En el conventp me llamaré Sor Nube de Dios.
Ante el
ch~sco
definitivo, pus0 u larva en el ce-