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-12-

-¡Agua o peseta!

Y el estridente estribillo mézclase al ruido eco de in–

contables cáscara. , cargadas de agua de

ataco,

que van a

chocar

contra cristales, paredes

y

cabezas. Y confündese

con las bocinas de los autos, que discurren repletos de

jugadore de barrios aristocráticos. Y aúnase, en

fin, a

las ri otada de los entusiastas, que derraman un pa-

4.uete de polvo de color sobre una

femenina cabellera

luciente, o embadurnan de colorines un rostro .prima–

vera,L

Y, nota de mas subido

folklorismo, de tienda

:--·

zaguaaes huanildes trasciende el

tufillo de los manja–

res populares de circunstancia.

Derrepente a orna.u ebrios a caballo, eu

atropella–

dores galope ,

y

aturde el porfiado pífauo carnavalesco

de los indios,

ue tornan a loi; campo , teñido los ros–

tros con tinta de color.

El carnaval se va.

* *

*

El ma,rtes, la bandera tricolor de los chicos d es–

quina, aparece trocada por una rotosa manta negra. El

duelo de los rapaces, que, en el último día, agotan su

gro ería callejera., para indemnizarse _de los cuarto··

110

atrapados sufioientemente en los dos día anteriore .

-

¡Agua o peseta!....

Y entonces es la rapiña declarada,

i

.e

trata de

algún pasante infeliz, especialmente.

Pero allí viene un

entrego.

Un último cortejo de la temporada de misas

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