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una vez, con el ceño de la cavilación;
y,
cuand0 hnbo
recibido su ración de pan, de man0s
de la dueño del
amasijo, guardósela íntegra, escandalizando a todos con
su ahorro. Pensaba en un fiambre de viaje.
* *
A
la mañana siguiente Ja zapatera di.scurre, alar–
mada, por el barrio.
Señora Petrona
señora Rosario,
¿no
han
visto
ustedes a mi JUdas?...
Pero el niño Qst-aba lejos. Se escurrió durante él
auge de animación de la velada, cuando nadie reparaba
en él.
Con el primer sobresalto de Ja fuga echó a correr
por los barrios de las panaderías, llegando al barranco
de
la Cruz del Vado.
Ni un alma. En la soledad de la noche, a la luz
de la votiva lámpara eléctrica, la Sagrada Cruz abre
sus brazos de piedra, recios, inexpugnables, como la
fe
del pueblo morlaco, devoto secular del Signo Redentor.
Abajo el rumor del Tomebamba. Pero las
aguas
purísimas, aún ceñudas con el duro · reflejo de la noche
oscura,
no
ha.blan al huérfano
de trágicas sugerencias
de sufoidio, como las
aguas parisienses del Sena. El
Tomebamba canta para el alma adolorida del
viajerito
una balada de optimismo, de cariño
y
de paz.
Y el muchacho dobla la rodilla, besa devotamen–
te la verja de la Santa Cruz del Vado,
y
parte.