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¡Y Jo que los

tmrns

pued ¡, n µega r a c:ualquiera!. .

Y a éll os ¿quién ? iQLle

bonito

será ¡Joder pegar a Cllalquie–

ra!... A Fulano, ique dice·! . . . a Zutano . ..

- Tu eres un vengativo, P acho. Sin necesidad de ser

cura, ¡rnedes go lJJear a quieu te ofenda..

-Especialmente hubiese querido pegar al fulanito que

e tá eEtudiando. ..

-¿A Benjamín?

Pacho lanzó un

resoplido de pequeña fiera vulgar.

- Todo es para él; es el preferido. Escuela, ropa, ca-

ba llos,

todo para él. Y le

d

decir a mi taita que la

he–

rencia de la tía Luz e ha de ll evar él.

- ·¿Sí?

-Sólo para, que

se haga cura. También

estaba

couversando mi taita q_ue le va a hacer en

la

casa un

enarto elegante,

CO]jilO

de

los seño11es de

la

ciudad.

-Me alegro.

njamín será un sacerdot e excelente,

como ha. sido

~mpre

un buen muchacho .

.

. Oye, P a–

cho, no hay que tener envidia de los que son mejores que

nosot ros.

-Pero es un bruto, que no ha de hacer lo que yo

haría ...

¡Qué?

P acho le dijo algo

al oído de su amigo.

-No seas

torpe, Pacho . . . Las hijas de María on

buenas muchachas. Pacho, no hables más mal de los Sa–

cerdotes, porque Dios no

puede castigar.

-¿Y cómo mi padre les ha tratado a los curas como

a perros?

-Eso, él. De veras: tú te pareces a tu padre, que

nunca respetó a nuestro

, antos párrocos.

- ¿Santos?