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que por ti estoy muriendo <le am0r ..

La puerta se elltreabrió.

-

¡Benj amín!

-¡Rosalía!

Hombre ¿qué has hecho? . .. Aquí va a haber algo

con tío Vicent'3 .

.

.

Entrate acá.

Pero élla mismo se adelantó, como cerrándole el paso.

E11 los ojos del joven había un húmedo y extraño fulgor

No hubo tiempo para más. El padre de Benjamin ll egó.

¡Canalla! • •. Vengo

abiendo en Cuenca que te has

salido dfll Seminario.

Pero vamos a ver.

A puntapiés

~ lo

llevó al muchacho.

Y

en el cu aTto , a

puerta echada

llave, <lió comienzo

l castigo, pueblerino y

brutal.

-!Canalla! canall a!

-¡Tío, ya bast a! implo1aba Ro alía, cfando golpes en la

puerta.

P ero el ch asquido de la rienda, en la carne desmi1bierta

1

cont.inuaba

sin piedad.

-Ca11alla! canalla!

- Papá , ·.

. taitito ,

. . ¡no tengo vocación!

-

!Canalla! .

.

. ¡Y tanto gasto ya hecho! .

.

.

i~in-

v er güenza! • .

. ¡y todavía chispo! .

.

.

Pa cho, que dormía en la pieza, se despli'rtó con el

ruido. Ni el miedo a su padre le contuvo. Y ante el bo–

chornoso castigo de su hermano, lanzó un a risotada

soez.

E n sus ojos fulgía el gozo de su mal corazón.

Benjamín le lanzó una mirada, como arrojarle un pu-