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M. JULIO DELGADO A.

que les contó Saibanillascha. Pero en esta vez el suegro terminó por fastl·

diarse con tanto desperdicio en la casa.

-Un Cura de un pueblo, a quien se le quitó el sueño, dijo a su camanl,

que le avisara alguna noticia, cuento o cosa parecida para que con la char–

la lograra dormir. El indio obediente, comenzó a contarle su vida y la de

los vecin-0s. Terminado el repertorio insistió en que le contara otros. Des·

pués de muchas negativas e insistencias, comenzó a contar, como quien se

acuerda de improviso, una interesante noticia. Que al ir detrás del sagra·

rio a saóisfacer ciertas necesidades del cuerpo, buscando una piedra vió

arder algo en un rincón; y como era waño (plenilunio) era probable que

hubiera un tapado. Sentóse el Cura, más interesa-Oo que nunca, y le insi–

nuó le mostrara el sitio. Mandó comprar el pastor de almEts, coca, licor y

cigarros y con estas provisiones f·ueron a buscar el sitio. Pero había tras·

currido más

-0-e

una hora sin encontrar el lugar busca.do. Hasta que colérico

el párroco interrogó otra vez. El sacristán entre medroso y zumbón, díjole

que no hacía otra cosa que cumplir con su mandato de contarle-, inTen·

tando.

He aquí una muestra cómo el in<lio es insuperable como actor y de una

inventiva admirable, que al Cura le hizo creer a·qu.ello que ya sabía que

<lebia ser IUna suposiición, por la a utorización que le dió. De aquí se deduce

que las prue as tesQ!moniales de indios sean dudosas, porque el indio tiene la

facu ltad d

persuaidir. Esta

psico~ogla

persuasiva ya hiZ-O notar el Inca Gar·

cilaso de la Vega.

Dice

que a un sacristán, quien tuvo una mujer simp!Hlca, mandó el

Cura

un pueblo distan e de la parroquia a co'brar primicia Mientras tan–

to el pastor de ,almas, enamoraido <le la mujer del sacristá!l, fué a cortejala

con licor y chicha, a la casa <le aquél. La mujer que desde hacia tiempo ya era

requerida aiceptó la ·propuesta del Cura libidinoso. Exige éste que se en·

tregue totalmente odevestida.

Acepta, la mujer, con la condición de qu3

primero lo haga él. Cuando ya el párroco estuvo en estas condiciones

en

el lecho, y la mujer en los últimos momentos de desvestirse, golpeó la puer–

ta una persona. Era el marido. ·

Ante situación tan desesperada la mujer trata de ocultar al Pastor. Es-'

te se esconde en una 'tarima y ·cae al fondo en el que había una tinaja llena

<le chicha en fermento. El marido castigo así severamente al Pastor. Y para

evitarse las iras de éste castigó a su mujer aparentemente, pues ambos es–

posos representaban una escena.

iLos últJimos cuentos descritos, seguramente, no son sólo tales, sino

hechos vivj.qos

Y

frecuentes; de áhi que a manera de ejemplo, se cuenten

en sus expansiones y en diversas regiones. .