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ERNESTO MORALES
y ello nos muestra que Iucha incesante debi6 soste–
ner para persuadir al rey y al Consejo de lndias a
fin de que tomasen medidas que pusieran fin a
la
servidumbre de los indigenas."
EI error de su vida fue aconsejar que se trajeran
negros para sustituir a los indios en el trabajo de
las minas, porque Ios crey6 mas fuertes, capaces
de resistir tan inaudito trabajo. Pero cuando pre–
senci6 sus padecimientos, cuando Ies vi6 enfermar
y morir tuberc.ulosos a millares, exclam6, contrito:
"jCon mi sangre quisiera pagar el pecado de aquel
consejo que di por mi amor a Ios indios!"
Ya esta viejo, muy viejo fisicamente; y conti–
mia bregando, porque a pesar de las nuevas leyes
que originaron su triunfo oratorio en Valladolid,
Ios abusos siguen perpetuandose. Sus postreros
afios - ya cumplidos los noventa - consagralos
al Peru. En 15 64 publica
SU
ultimo libro:
Con–
sulta sobre los derechos
y
las obligaciones de los
conquistadores del Peru.
Esta paralitico y, sin em–
bargo, muestra en esta obra el mismo vigor de pen–
samiento, el mismo fuego de inspiracion,
la
mis–
ma sutil dialectica que en
La destrucci6n de las
ln–
dias.
Su cuerpo claudica, su mente y su ·alma son
indomables
y
estfo de pie.
En un c,onvento cerca de Madrid, segun
la
fra–
se de Marti, el cubano: "muri6 sin cansarse, a los
noventa y dos afios."
Al saber su muerte, las multitudes de indios se