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ERNESTO MORALES

ro. Su obra

Democrates secundus sive dialogus de

justis belli causis,

exalta

el

imperialismo,

pro~la­

ma la santidad de la guerra destructora que los es–

paiioles habian llevado a las lndias. Las Casas res–

ponde con sus admirabilisimas, humanisimas y, a

la vez, doctisimas

Treinta Proposiciones.

Sepulve–

da da teorias: los espaiioles son etnicamente supe–

riores, deben conquistar

y

despues bautizar. Su

guerra, aun destructora, es santa. Tienen derecbo

a esclavizar a los indios, seres harbaros

y

herejes.

Las Casas responde no solo con razones a las teo–

rias del sofista, sino con sentimientos. Su obra esta

pensada por un cerebro fuerte al que una concien–

cia luminosa alimenta de genio: La superioridad

etnica de Ios espaiioles no esti cabalmente demos–

trada; los indigenas tienen instituciones, leyes, go–

bernantes, cpstumbres sanas, arte. No son barba–

ros. Hay que bautizarles, si; pero no exterminar–

los con el pretexto del bautismo. No dejarles aban–

donados a la codicia

y

crueldad de los soldados de

la Conquista. La cruz los redimid, la espada had

de ellos un monton de cadaveres o una jauria de

fieras. El amor los atraed a la colaboracion. El

odio los had huir, los hara perderse en sus selvas

inhollables, los pondri en acecho, aguzari sus fle–

chas y envenenad sus dardos.

Vitoria apoya a Las Casas: Los indios, al lle–

gar los espaiioles, se hallaban en posesion pacifica

de sus territorios, gobernados por sus jefes, go–

zando de una civilizacion, aunque rudimenta.ria,