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ERNESTO MORALES

sin

nec~sidad

de quemar sus reyes, destruir sus

pueblos, asesinar sus mujeres y niiios, reducir sus

hombres a trabajos donde perecian por centenares

diariamente (

1).

Pero Vitoria, dada su educacion teol6gica y ju–

ridica, es puramente te6rico. Las Casas que, esgri–

miendo su pensamiento, aunque no tuviera tan s6-

lida cultura, no le va en zaga ; lleva a

la

accion lo

que predica. Uno es un intelectual, el otro un ap6s–

tol; pero es hermoso comprobar como el intelec–

tual, el profesor de teologia, pudo coincidir con el

misionero (iristiano y hermanar su pensamiento

sutil al ardoroso de este; solo porque al escribir lo

hacia oyendo la voz clara, inconfundible de la

conc1enc1a.

( 1) Marcel Brion, en su libro sobre Las Casas, trae

esta bonita anecdota: Vitoria, campeon de la paz. miraba

con horror

la

continua guerra entre espaiioles y franceses.

Predicando la paz, lleg6 a convencer a Don Pedro Fernan–

dez de Velazco, condestable de Castilla, y a tal punto que

este en

la

Corte adquiri6 nombre de mal patriota. Hablando

un dia con Carlos V. e intentando convencerle acerca de

las ventajas de la paz sabre la guerra, el monarca, irritado,

lo amenaz6 tirarlo de la galeria en que

se

ballaba. El con–

destable, sereno, le contest6: "Que Vuestra Magestad repare

mejor en que si yo soy pequeiio, en cambio, peso mucbo".

Y continu6 su defensa en favor de la paz.