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ERNESTO MORALES
Conseguida esa citedra, la silenciosa existencia
del gran Maestro,
f
ecunda como un rio subterri–
neo, se hace mas silenciosa: se consagra a enseiiar.
i
Y de que manera
!
Pedagogo instintivo, magne–
tizaba a su auditorio. T ransformaba en vergel flo–
rido
la
yerma disciplina universitaria. Asi vivi6
basta
1546,
siempre ensefiando, aun en
SUS
ulti–
IDOS
tiempos en que ya paralitico se hacia traspor–
tar en silla de ruedas hasta su dtedra. En vida no
public6 libro alguno. Su sabiduria era tanta que
iba acompaiiada de
la
mas evidente humildad. Y
sus
Relecciones,
obra postuma, hecha por sus ad–
miradores, recogiendo y ordenando los apuntes de
sus discipulos, lo coloca como un precursor de Al–
berico Gentilis, el italiano celeberrimo, y del ho-
debia explicar durante varios dias los extremos que les co–
rrespondiesen; eran jueces de la contienda los estudiantes de
la Universidad, que con sus votos decidian la adjudicaci6n ;
tratabase, mas que de una especie de sufragio universal es–
colar, de una votaci6n proporcional, ya que cada estudiante
podia depositar tanto sufragios como cursos tuviese aproba–
dos en la facultad respectiva; las oposiciones no se verifi–
caban sin despertar gran apasionamiento, debido en parte al
caracter bullicioso del mundo escolar; perQ el gran numero
de sufragistas participantes en la decision, haria imposible
la captaci6n, por medias indeseables, de la voluntad de los
electores. Baste decir que toda la ciudad tomaba parte directa
o
indirecta en esos torneos cientificos, y la vida de los sal–
mantinos aparecia ligada durante esos dias de actuaci6n a la
marcha de los ejercicios.
-
Barcia Trelles. Obra citada.